Editorial:

Luto por Pasionaria

DOLORES IBÁRRURI, fallecida ayer en Madrid, simboliza el destino de una generación marcada por la tragedia de la guerra civil; pero también el de la ideología que fue guía para su acción política durante casi toda su vida. El año en que Dolores Ibárruri, hija y nieta de mineros, vino al mundo en una familia vasca tan numerosa como católica, se cumplían doce desde que Marx lo había abandonado, cinco desde la primera huelga general de Vizcaya y seis desde la fundación del PSOE por Pablo Iglesias, sección española de la Internacional. En 1918, contando ella 22 años, firmó por primera vez como Pas...

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DOLORES IBÁRRURI, fallecida ayer en Madrid, simboliza el destino de una generación marcada por la tragedia de la guerra civil; pero también el de la ideología que fue guía para su acción política durante casi toda su vida. El año en que Dolores Ibárruri, hija y nieta de mineros, vino al mundo en una familia vasca tan numerosa como católica, se cumplían doce desde que Marx lo había abandonado, cinco desde la primera huelga general de Vizcaya y seis desde la fundación del PSOE por Pablo Iglesias, sección española de la Internacional. En 1918, contando ella 22 años, firmó por primera vez como Pasionaria un artículo que apareció en El Minero Vizcaíno. En su libro autobiográfico El único camino se describen la vida de los mineros vizcaínos de la época: el sistema de cantinas obligatorias utilizado por los patronos para mantener en una situación próxima al esclavismo a los trabajadores, la brutalización de éstos por el alcohol y la desesperación, la explotación de los niños, el papel de las mujeres en aquella sociedad inhumana. Y las razones de que una mujer joven, casada con un minero, octava hija en una familia de 11 hermanos, que había querido ser maestra y tuvo que ir a servir en casa ajena, se rebelase contra lo que veía, abandonase la fe de sus mayores y abrazase la causa de la emancipación de la clase obrera.Producida la escisión del movimiento socialista, quedó Pasionaria del lado de la Tercera Internacional, fundada por Lenin en la estela del triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia y cuyo mensaje fue recibido como una promesa de liberación por millones de trabajadores. Sus dotes de oradora desgarrada y vibrante la llevaron a la dirección del Partido Comunista apenas la desaparición de la dictadura de Primo de Rivera abrió paso al advenimiento de la Segunda República. Durante los cinco años de vida de ese régimen y los tres de guerra civil, su actividad como diputada y líder política la convirtieron en una de las figuras más populares de la España de los años treinta. Tras la derrota conoció el destierro, la muerte de su hijo Rubén -antes había perdido otros cuatro hijos apenas nacidos- en el frente de Stalingrado, las últimas purgas de Stalin, las revelaciones de Kruschev en el XX Congreso, las intervenciones soviéticas en Hungría y Checoslovaquia, la normalización brezneviana. Regresó a España en 1977, con tiempo para ver de cerca el proceso de restauración democrática en nuestro país, la influencia de su partido en la sociedad española y la posterior crisis y casi autodestrucción de ese partido.

Como ha escrito un antiguo correligionario de Pasionaria, la polarización producida por la guerra civil determinó que los sectores más inquietos e idealistas de la juventud española de la época se plantearan su proyecto vital en el marco de una de las dos ideologías, el fascismo y el marxismo-leninismo, que marcaban los límites extremos de la confrontación. Opuestas entre sí, ambas ideologías compartían, sin embargo, su común mesianismo, derivado de una visión catastrofista de la historia universal y de la crisis española, y la convicción de que la afirmación de las propias ideas implicaban la eliminación física de quienes se situaban en la orilla simétricamente opuesta. Pasionaria encarna como pocas personas el trágico destino de quienes llegaron a la vida adulta en esos años terribles.

Nacida a la vida política al tiempo que el movimiento comunista, se despide Pasionaria de ella cuando la doctrina que marcó su vida adulta está también, en medio de una crisis sin precedentes, a punto de abandonar este mundo. La revolución en la que creyó acabó con el despótico régimen zarista y proclamó los ideales de emancipación de los trabajadores; pero engendró un régimen de terror e implantó la dictadura totalitaria de Stalin. El triunfo de la revolución favoreció la introdución de reformas sociales en los países capitalistas, pero fue incapaz de lograr que en la patria del socialismo y las naciones a ella sometidas progresase la causa de la libertad e igualdad entre los hombres. La vida de Dolores Ibárruri, una mujer notable que merece el respeto de sus conciudadanos, fue un reflejo de esas contradicciones.

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