Editorial:

Fuera del tiesto

LA INSINUACIÓN del candidato Aznar sobre la eventual retirada de su partido de las elecciones generales si continúa la "discriminación de la oposición en TVE" y el aval, un tanto forzado, de Fraga a esa amenaza son algo "que no cabe en una cabeza humana y democrática", según manifestó ayer un conocido político español. La pretensión de llevar el asunto al Parlamento Europeo, donde los populares españoles intentaron que fuera aprobada una resolución de condena de la parcialidad denunciada, significa regar fuera del tiesto. La broma de Suárez sobre la posibilidad de que observadores internaciona...

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LA INSINUACIÓN del candidato Aznar sobre la eventual retirada de su partido de las elecciones generales si continúa la "discriminación de la oposición en TVE" y el aval, un tanto forzado, de Fraga a esa amenaza son algo "que no cabe en una cabeza humana y democrática", según manifestó ayer un conocido político español. La pretensión de llevar el asunto al Parlamento Europeo, donde los populares españoles intentaron que fuera aprobada una resolución de condena de la parcialidad denunciada, significa regar fuera del tiesto. La broma de Suárez sobre la posibilidad de que observadores internacionales controlen la limpieza del proceso electoral es una inocentada de mal gusto. En su conjunto, tales amenazas, insinuaciones y fintas revelan una gran inmadurez.Todos los sistemas políticos democráticos tienen defectos, bien de diseño, bien de aplicación. En cualquier Constitución, y especialmente en su desarrollo legislativo (por ejemplo, la normativa electoral), podrían hallarse sin esfuerzo aspectos que se alejan del ideal democrático. Con más motivo, ello ocurre también respecto a las pautas de comportamiento de los Gobiernos. Esas imperfecciones del modelo o mal uso del poder forman parte del debate político en todos los países de tradición democrática, sin que de su existencia deduzca nadie que el sistema mismo está en cuestión o ha quedado deslegitimado. En España, sin embargo, viene siendo una característica de la oposición la tentación de convertir en una catástrofe cualquier crítica al Gobierno, considerando que es la democracia como tal la que se encuentra amenazada, y amenazando, en consecuencia, con romper la baraja en cuanto se descubre una manifestación de ese mal uso.Es cierto que, en ocasiones, el PSOE abusa de los privilegios inherentes a su posición de partido con mayoría absoluta en las Cámaras. Particularmente en la televisión. La oposición hace bien en denunciar ese abuso ante los electores y en combatirlo con los recursos legales a su alcance. Pero la retirada de la contienda electoral o el recurso a instancias internacionales sólo estarían justificados ante situaciones en las que las vulneraciones de los usos y Costumbres democráticos (cierre de periódicos opositores, prohibición de determinados partidos, falta de garantías en el escrutinio, etcétera) fueran de tal naturaleza que el sistema mismo, y con él la posibilidad de cambiar la mayoría y el signo del Gobierno, corriera peligro. Deducir del constatado sectarismo informativo de TVE o de la ausencia de debates en dicho medio que tal cosa ocurre hoy en España supone insultar a los ciudadanos y desafiar al sentido común. De ahí que no le faltase razón al conocido político español Miguel Herrero cuando ayer opinó lo que opinó sobre la eventual retirada del Partido Popular.

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