El final del banquete

¿Llegará a ser un pecado el gusto por la buena mesa? ¿Es que los franceses, bajo las múltiples y convergentes presiones de los medios de comunicación extranjeros, estarían dispuestos a rebajar el prestigio de la buena cocina nacional?En diciembre de 1971 se estimaba que el 50% de los franceses comían demasiado. Los cálculos hoy señalan que este porcentaje se ha incrementado hasta llegar al 63%. Por otra parte, los vividores, que hace 18 años resultaban simpáticos, hoy ya no lo son. Es la rebelión de la delgadez, del bebedor de tan sólo agua.

Los franceses ya no se atreven a confesar que...

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¿Llegará a ser un pecado el gusto por la buena mesa? ¿Es que los franceses, bajo las múltiples y convergentes presiones de los medios de comunicación extranjeros, estarían dispuestos a rebajar el prestigio de la buena cocina nacional?En diciembre de 1971 se estimaba que el 50% de los franceses comían demasiado. Los cálculos hoy señalan que este porcentaje se ha incrementado hasta llegar al 63%. Por otra parte, los vividores, que hace 18 años resultaban simpáticos, hoy ya no lo son. Es la rebelión de la delgadez, del bebedor de tan sólo agua.

Los franceses ya no se atreven a confesar que les encanta comer ni que las recetas que les preparaban sus abuelas no eran sino el fondo de la salsa de su cultura.

Nuestros compatriotas están influenciados por las tendencias más de moda: la apología permanente del cuerpo y de la juventud. El viejo orgullo por el buen comer y el buen beber en Francia va difuminándose en aras del bienestar y de la apariencia, considerados signos de buena salud.

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Estas actitudes reflejan en parte las obsesiones menores que dominan el fin de siglo. La buena cocina es, si no un arte, cuando menos una práctica derivada de una vieja sabiduría, cuyos grandes nombres nos han sido transmitidos históricamente. La cocina francesa no está condenada a ningún declive. Lo que pasa es que, en estos tiempos, quienes disfrutan de ella deben permanecer ocultos.

, 4 de agosto

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