El juez deja en libertad a la pareja que hacia el amor en una iglesia de Barcelona

El juez Luis Fernando Gómez Vizcarra concedió ayer la libertad provisional a Jordi Lladó y a la finlandesa Ulla Salovara, la pareja de punks detenida el pasado domingo por la policía al ser sorprendida cuando hacía el amor junto al altar mayor de la iglesia de Sant Agustín, en el casco antiguo de Barcelona. Sus abogados esperan que el caso sea archivado.

La pareja, de edad imprecisa y que iba indocumentada, se fundió en un abrazo, huyendo de las curiosas miradas de los funcionarios, cuando volvió a reunirse al abandonar los calabozos. "Es que no nos hemos visto durante todo el tiemp...

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El juez Luis Fernando Gómez Vizcarra concedió ayer la libertad provisional a Jordi Lladó y a la finlandesa Ulla Salovara, la pareja de punks detenida el pasado domingo por la policía al ser sorprendida cuando hacía el amor junto al altar mayor de la iglesia de Sant Agustín, en el casco antiguo de Barcelona. Sus abogados esperan que el caso sea archivado.

La pareja, de edad imprecisa y que iba indocumentada, se fundió en un abrazo, huyendo de las curiosas miradas de los funcionarios, cuando volvió a reunirse al abandonar los calabozos. "Es que no nos hemos visto durante todo el tiempo y sé que ella lo ha pasado muy mal", explicó ayer Jordi. Se enfrentaban a la acusación policial de haber cometido un delito de profanación y ofensa de los sentimientos religiosos, previsto en el artículo 208 del Código Penal, que está castigado en su pena máxima con seis años de prisión. Los abogados defensores de los dos jóvenes, ambos de oficio, coincidieron en argumentar que los dos detenidos no tenían intención de burlarse de la religión, ni pretendieron realizar una exhibición pública.

Los dos jóvenes se contradijeron en sus declaraciones ante el juez, el mismo que llevó el caso de Banca Catalana. Jordi aseguró que habían hecho el amor junto al altar como sostiene la policía, mientras que su compañera insistió en que tan sólo llegaron a besarse. "Acabábamos de tomarnos medio ácido cada uno, habíamos bebido bastante y tuvimos ganas de acostarnos", explicó anoche el joven mientras volvía a colocar en su vestimenta las cadenas, pendientes y chapas propios de un punk que los funcionarios le habían retirado durante la detención. Ulla, ajena a lo que explicaba su amigo, ya que no habla castellano, movió después con resignación la cabeza, insistiendo en inglés en lo incorrecto de esa versión: "Sólo nos dimos besos y entramos porque hacía mucho calor en la calle".

"Somos anticristo"

¿Qué por qué en una iglesia y no en un parque? Porque somos anticristo", afirmó ayer Jordi, con la mayor naturalidad, mientras se colgaba una cruz de su cinturón. "Yo nunca lo había hecho en un templo, pero sí en el cementerio. Por eso me gustan las cruces que llevo", explica. "Nos pillaron casi desnudos, en el momento justo" recuerda. Ambos sospechan que fue un grupo de personas que visitaba la iglesia el que alertó a la policía. Jordi y Ulla se habían conocido en Barcelona cuatro días antes de los hechos. Él, con siete antecedentes penales, se confiesa heroinómano -"medio curado", matiza-, por lo que estuvo internado un año en un centro de desintoxicación de El Patriarca. Hace pocos meses abandonó la prisión de Carabanchel. "Tenía ganas de volver a casa, pero esto es un asco. La represión policial, con el rollo de las olimpiadas, es brutal" declara. Ulla, con su carné de inter-rail a cuestas, se marchó de Finlandia de vacaciones y apareció un buen día en Barcelona. Duerme, como Jordi, en la playa o en los jardines. Tuvo tan mala fortuna que dos días antes le robaron la bolsa con la ropa, el poco dinero que tenía y la documentación. "Mañana iré al consulado y después me iré a París", explica.

"Trabajo en una biblioteca y por ser punk tengo también problemas en mi país, aunque estoy muy alucinada por lo que ha pasado aquí", comenta Ulla, no sin cierta vergüenza, mientras el torrente de palabras que sale de la boca de Jordi le desmiente sin dejarle replicar: "No tiene ningún empleo, está colgada como yo". Ulla asegura que es la primera vez que ha estado en España, aunque en las díligencias consta que fue detenida hace años en este país por alteración del orden público.

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Mientras posaban para el fotógrafo, el juez abandonó las dependencias. "Ese tío es tan enrollado", dijo Jordi al verle pasar, "que si hubiera podido, habría venido con nosotros a tomar unas cervezas". Dentro del edificio, una empleada de la limpieza no cesaba de decir mientras fregaba: "Este país se ha vuelto loco. Detener a alguién por hacer el amor, cuando es la cosa más bonita del mundo y, además, justo en la casa de Dios".

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