Cartas al director

Una palabra diferente

Estamos en época de fundamentalismos políticos y eclesiales. El miedo a lo plural cierra caminos en todos los ámbitos de nuestra sociedad, de manera que lo formal está por encima de lo esencial; el dogma, por encima de la vida; el autoritarismo por encima de la autoridad y del servicio. Mientras tanto, y como consecuencia, los viejos ideales, al parecer, se van perdiendo. Pero sólo al parecer. Porque también hoy la conciencia liberadora y emancipadora sigue latente, porque también hoy el esfuerzo por la autonomía racional se lleva a cabo en ámbitos sindicales y eclesiales, en ámbitos populares...

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Estamos en época de fundamentalismos políticos y eclesiales. El miedo a lo plural cierra caminos en todos los ámbitos de nuestra sociedad, de manera que lo formal está por encima de lo esencial; el dogma, por encima de la vida; el autoritarismo por encima de la autoridad y del servicio. Mientras tanto, y como consecuencia, los viejos ideales, al parecer, se van perdiendo. Pero sólo al parecer. Porque también hoy la conciencia liberadora y emancipadora sigue latente, porque también hoy el esfuerzo por la autonomía racional se lleva a cabo en ámbitos sindicales y eclesiales, en ámbitos populares, que no están ajenos a la realidad porque están en ella.Desde mi vivencia cristiana y como ciudadana, desde el derecho a disentir y abogando por un pluralismo real y enriquecedor, tengo el deber de denunciar las actitudes de una Iglesia católica, mi Iglesia, que pretende, haciendo públicas declaraciones y utilizando medios de comunicación poderosos, hacer ver que los cristíanos estamos preocupados por mantener unos privilegios económicos (impuesto religioso) e ideológicos (como el mantenimiento de la religión en las escuelas). En la Iglesia (asamblea de creyentes) existen diferentes personas, diferentes opciones. Todas ellas han de ser oídas y escuchadas, pero haciendo uso de estos derechos primero dentro de la misma Iglesia, dando participación, promoviendo el diálogo. Mientras tanto, al cristiano, como a un ciudadano más, debe importarle la denuncia del pragmatismo y del realismo cínico, la denuncia de las instituciones que se han convertido en medios poderosos y no en instrumentos que p osibiliten la auténtica marcha de esta única historia hacia la liberación real de todos los hombres. Y por último, como alternativa, al cristiano debe importarle la creación de ámbitos reales de libertad en nuestra sociedad sin diferenciarse de otros que no sigan su credo, porque ésta creo que es la mejor manera de vivir la fe y de dar testimonio.-

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