Tribuna:

Malos tratos

Si la violación es equiparable al asesinato, pegar a un niño es un crimen. Este periódico decía el pasado domingo que serán unos 100.000 los niños que sufren malos tratos en nuestro país. Cien mil crímenes, por tanto, que a lo mejor quedan impunes. Y aún debe de haber muchos más.Cuando les vienen mal dadas, los niños lo tienen crudo. Los niños no disponen de más recurso que el pataleo. Los niños no pueden crear organizaciones para defender sus derechos, ni manifestarse en Atocha, ni reivindicar un ministerio de la condición infantil, ni rebatir las peregrinas teorías que sobre sus problemas ai...

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Si la violación es equiparable al asesinato, pegar a un niño es un crimen. Este periódico decía el pasado domingo que serán unos 100.000 los niños que sufren malos tratos en nuestro país. Cien mil crímenes, por tanto, que a lo mejor quedan impunes. Y aún debe de haber muchos más.Cuando les vienen mal dadas, los niños lo tienen crudo. Los niños no disponen de más recurso que el pataleo. Los niños no pueden crear organizaciones para defender sus derechos, ni manifestarse en Atocha, ni reivindicar un ministerio de la condición infantil, ni rebatir las peregrinas teorías que sobre sus problemas airean de cuando en cuando brillantes oradores en solemnes foros.

Hay menosprecio y abuso de autoridad con los niños, y ahí empiezan sus males. Cuando un padre le dice a un niño: "Tú come y calla", ya le está tocando las narices. Esta sociedad en que vivimos es autoritaria y violenta, y cuanto más evoluciona, más autoritarismo y violencia genera. Esta sociedad en que vivimos tiene sacralizado el poder, que se reafirma pegando palos. Lógicamente crea frustrados, que intentan liberar sus frustraciones pegando palos también. Los palos pueden ser de cualquier orden, tanto da morales o físicos, siempre que crujan al prójimo. Víctimas propiciatorias son los débiles, nutrida categoría humana que conforma un amplísimo abanico de congéneres. Allí están los pusilánimes, los infortunados, los marginales, las mujeres que padezcan desamparo, y sobre todo están los niños, pues salvo el pataleo no tienen posibilidad alguna de defensa.

Los niños, cuyo derecho inalilenable es jugar, estudiar, tener amiguitos, vivir contentos, han de soportar, en cambio, los complejos y frustraciones de los adultos, la agresividad social, la locura que envuelve este dislocado mundo tan pagado de su civilización avanzadísima, y están abocados a ser, en cuanto crezcan, acomplejados, frustrados, agresivos, enloquecidos ellos también. Muchos, además, cobran. Ser niño no es ninguna bicoca en esta hora, y si se le pasa rápido la infancia, eso que llevará ganado.

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