Tribuna:

Feria

Anoche se encendió el alumbra(lo de la feria de Sevilla. Nadie crea que es cuestión baladí. Cuando el alumbrado de la feria ole Sevilla se enciende hay una explosión de alegría en toda la ciudad y rompen a sonar palmas, palillos, cañas y lo que sea menester. Por el ferial, a lo largo de calles con nombres de toreros, bajo farolillos, entre rosetones de papel y olor a calentitos, una multitud paladea finos, se regala con pescaíto frito, baila sevillanas, le echa ingenio a la charla, y a las claritas del día entona el cuerpo con un consomé aromatizado de hierbabuena.Muchos cabales prefieren disf...

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Anoche se encendió el alumbra(lo de la feria de Sevilla. Nadie crea que es cuestión baladí. Cuando el alumbrado de la feria ole Sevilla se enciende hay una explosión de alegría en toda la ciudad y rompen a sonar palmas, palillos, cañas y lo que sea menester. Por el ferial, a lo largo de calles con nombres de toreros, bajo farolillos, entre rosetones de papel y olor a calentitos, una multitud paladea finos, se regala con pescaíto frito, baila sevillanas, le echa ingenio a la charla, y a las claritas del día entona el cuerpo con un consomé aromatizado de hierbabuena.Muchos cabales prefieren disfrutar la feria tal que anoche, pues hay menos aglomeración, pueden decir y bailar a gusto, sin tropezarse forasteros del Norte con ganas de meterse en bulla, que no entienden cuánto significa la feria. Algunos puristas quisieran detenerles en Despeñaperros, haciendo cuarentena hasta que aprendan. No sería justo, sin embargo, pues también hay sevillanos deseosos de gozar otras fiestas, y nadie se lo impide aunque desconozcan venero, exégesis y oficionario de la jota aragonesa; montar fallas, luego convertirlas en hoguera; jalar magras entomatadas durante la corrida, y otros sorprendentes usos y costumbres del país.

Los forasteros apenas podrán penetrar los arcanos de la feria de Sevilla, pero moral no les falta; compartiendo con los sevillanos su alegría son felices, ángelicos míos, y respetan las reglas. Por eso a ningún pamplonés se le ocurre ir a la Maestranza con cazuelas de ajoarriero, cantando el riau-riau y ya en el tendido echarle champaña por el cogote a uno de Triana, ni a los valencianos tirarles petardos a los caballistas que pasean por el ferial y luego prender fuego a las casetas. Los forasteros que desean participar sin romper nada son bien recibidos en la feria, y los naturales están encantados de que les guste. Sólo cabría sugerir que no descompongan las sevillanas dando espatarrada, ni en pleno cante sentío griten ¡Ey, Carballeira! u otras muestras de entusiasmo que no serían comprendidas en sus justos términos.

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