Editorial:

Regreso al pasado

EL TRIUNFO de Arnaldo Forlani en el XVIII Congreso de la Democracia Cristiana italiana significa el retomo de este partido a las peores tradiciones de la política italiana de las últimas décadas. Si De Mita ha representado un intento de renovación, con el objetivo de superar el clientelismo y el poder de los caciques, Forlani significa exactamente lo contrario, aunque el paso de un líder a otro se haya hecho tratando de dar la impresión de una unidad en la que absolutamente nadie cree. Hasta tal punto esto es cierto que el resultado del congreso ha hecho exclamar a uno de los dirigentes de la ...

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EL TRIUNFO de Arnaldo Forlani en el XVIII Congreso de la Democracia Cristiana italiana significa el retomo de este partido a las peores tradiciones de la política italiana de las últimas décadas. Si De Mita ha representado un intento de renovación, con el objetivo de superar el clientelismo y el poder de los caciques, Forlani significa exactamente lo contrario, aunque el paso de un líder a otro se haya hecho tratando de dar la impresión de una unidad en la que absolutamente nadie cree. Hasta tal punto esto es cierto que el resultado del congreso ha hecho exclamar a uno de los dirigentes de la derecha democristiana: "Hemos ganado la guerra de liberación del partido".Las consecuencias para Italia serán importantes. La Democracia Cristiana representa un fenómeno único en Europa: gobierna el país sin interrupción desde hace más de 40 años, aun cuando hubo etapas con jefes de Gobierno de otros partidos. Su poder se asienta en un sistema de clientelas ampliamente diversificado que le permite enlazar las decisiones en el plano nacional con el reparto de privilegios y prebendas hasta en las pequeñas aldeas. La vida interna de la DC se ha caracterizado siempre por la existencia de fracciones, cada una con sus jefes propios, que se enfrentan -o se ponen de acuerdo- para tomar las decisiones. Ello determina que predominen los intereses, las combinaciones, por encima de las ideas. Precisamente ese sistema es el que De Mita -durante los siete años en que ha ocupado la secretaría general- ha intentado corregir, reduciendo el poder de las barones tradicionales y estimulando la aparición de corrientes y líderes jóvenes.

Su fracaso ha sido total. En la preparación del XVIII Congreso los barones han recuperado su fuero tradicional y han impuesto su ley. La etapa de De Mita ha sido útil para blanquear la DC y sacarla de una grave crisis causada por su implicación en toda clase de asuntos turbios. Ahora, con Forlani, se vuelve a la DC de siempre. Y a este respecto no se puede olvidar que al amparo de la DC han penetrado en el sistema de poder tramas tales corno la Mafia y el terrorismo neofascista, como se puso de manifiesto con el descubrimiento de la logia P-2. Jamás la justicia ha podido hacer luz sobre esas zonas oscuras de la vida pública. Y parece poco probable que lo pueda hacer ahora con el giro que significa el acceso de Forlani a la dirección suprema del partido.

Las consecuencias de esta elección en la escena política serán importantes, comenzando por el hecho de que el Gobierno de De Mita entra en una situación de provisionalidad, y el centro de decisión principal se desplaza a la secretaría general del partido. Aunque obtenga alguna satisfacción formal en el congreso, De Mita es ya un derrotado; y el dirigente socialista Bettino Craxi, que siempre ha visto en él al anarquista que era preciso eliminar, no esconde su satisfacción.

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En los últimos meses se han perfilado, con cierta timidez, signos de acercamiento entre socialistas y comunistas. Craxi ha hablado de la conveniencia de superar divisiones históricas, mientras el nuevo líder comunista, Occhetto, se prepara a dar a su partido un giro reformista aprovechando el congreso convocado para dentro de un mes. Pero la posibilidad de que aparezca en Italia una alternativa de izquierda capaz de llevar a la DC a la oposición sigue siendo remotísima. Craxi siempre ha simpatizado con Forlani, que le apoyó para ser jefe de Gobierno. Con una DC dirigida por éste, Craxi se siente más tranquilo, y espera obtener una ayuda para reducir los votos comunistas, objetivo central de su estrategia. Y todo ello sucede cuando cada partido se prepara para las elecciones europeas de junio, decisivas para futuras alianzas.

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