Cartas al director

Matarifes de cine

En un episodio reciente de la serie televisiva El mundo de Juan Lobón se nos presentó un macabro paralelismo: por un lado, vimos una escena en la que ciertos bandoleros aparecían muertos en hilera, después de un tiroteo; por otro, al final de una cacería en donde se vieron caer venados como moscas, éstos aparecieron también en una hilera sangrienta.Está claro que el cine de nuestro tiempo ha perdido el recato y con ello la maestría de la sugerencia. Es una delicia ver cómo las antiguas películas presentan cuestiones que algunas personas consideran ofensivas a su sensibilidad -por ejempl...

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En un episodio reciente de la serie televisiva El mundo de Juan Lobón se nos presentó un macabro paralelismo: por un lado, vimos una escena en la que ciertos bandoleros aparecían muertos en hilera, después de un tiroteo; por otro, al final de una cacería en donde se vieron caer venados como moscas, éstos aparecieron también en una hilera sangrienta.Está claro que el cine de nuestro tiempo ha perdido el recato y con ello la maestría de la sugerencia. Es una delicia ver cómo las antiguas películas presentan cuestiones que algunas personas consideran ofensivas a su sensibilidad -por ejemplo, las cuestiones del sexo-. Ahora, generalmente, tenemos que asistir a cualquier acto sexual, por muy secundario que sea para la comprensión del relato fílmico, visualizando hasta el más mínimo estertor de los oficiantes. Personalmente, no tengo nada en contra del sexo; me parece algo natural y con lo que el ser humano realiza una de sus funciones vitales más importantes. Sin embargo, el espectáculo de la muerte filmada me ha parecido siempre de dudoso gusto, aunque la proliferación de estos casos nos haya hecho bastante insensibles al horror de la muerte.

De todas maneras, no tengo ninguna duda de que la muerte de los bandoleros era una muerte actuada; creo que, por lo menos en este campo, hemos superado la época de los gladiadores romanos, en donde lo importante era ver morir de verdad a los participantes. Lo que desgraciadamente no tengo tan claro es si la muerte de los venados y de la perrita de Juan Lobón era también simulada. Recuerdo con horror la muerte de un lobo a hachazos (en una película en la que trabajaba Borau y quizá dirigiese) a cargo de Lola Gaos; sobre todo, porque después supe que el tal lobo era un mansísimo perro negro del estudio que así terminó su existencia.

La otra noche, en cambio, vi que al final de la película El oso una pequeña notita en inglés aseguraba que ningún animal había sufrido el más mínimo daño en el rodaje de la película. La notita no estaba traducida, lo cual indica claramente lo que los distribuidores piensan de la sensibilidad de los españoles en este tema de la muerte de un ser vivo como espectáculo. Y todo esto, a pesar de que la película trataba de sugerir más que mostrar detalladamente agonías y destrozos vitales.

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¿Sería mucho pedir que las series televisivas y las películas que traten de este tema se abstengan de hacer daño innecesario a seres vivos y nos lo hagan saber claramente a los que nos escandaliza esta posibilidad?-

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