Cartas al director

Humanizar la muerte

Hay que agradecer a Jesús Aguirre y a Héctor Sánchez que con sus cartas (EL PAÍS, 17 y 30 de enero) nos hayan planteado desde sus propios puntos de vista el caso de un paciente terminal, de 75 años, supuestamente llamado Juan, a quien le van a amputar una pierna gangrenada. Para el primero, hacerlo significa "prolongar inútilmente la vida y los sufrimientos". Para el segundo, no hacerlo 1o llevaría a una muerte atroz e inhumana".El caso está insuficientemente planteado. Y al haber sido extraído de la realidad -desde donde tiene que iluminarse la grave cuestión de humanizar la muerte justifica ...

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Hay que agradecer a Jesús Aguirre y a Héctor Sánchez que con sus cartas (EL PAÍS, 17 y 30 de enero) nos hayan planteado desde sus propios puntos de vista el caso de un paciente terminal, de 75 años, supuestamente llamado Juan, a quien le van a amputar una pierna gangrenada. Para el primero, hacerlo significa "prolongar inútilmente la vida y los sufrimientos". Para el segundo, no hacerlo 1o llevaría a una muerte atroz e inhumana".El caso está insuficientemente planteado. Y al haber sido extraído de la realidad -desde donde tiene que iluminarse la grave cuestión de humanizar la muerte justifica un ulterior comentario. No voy a entrar en la discusión de cuál es la mejor alternativa que según los dos puntos de vista confrontados, sería la de menor sufrimiento. Sea el que fuere en ambas, lo inquietante es que a estas alturas del siglo se admita todavía la posibilidad de "una muerte horrible, dantesca", como la descrita por el segundo comunicante, en una sociedad que opta por la modernidad.

Si nuestra medicina está a la altura de esta opción y ha asumido el insoslayable deber de evitar sufrimientos a cualquier enfermo terminal, aunque se acorte la vida que aún le resta, la muerte ha de estar dulcificada para todos. Si no lo estuviera todavía, y es la cuestión pertinente, sólo una intensa demanda social logrará que este humanitario tratamiento se generalice. En todo caso, siempre que sea posible, lo verdaderamente ético es contar con la voluntad -de uno u otro modo expresa- del paciente: cumplir lo que él quiera. Es la última oportunidad que tiene de ejercer su libertad personal.Enrique Olmos.

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