Tribuna:

De espalda a los malos vientos

Los mercados de valores hicieron ayer oídos sordos al vendaval que se está fraguando en el terreno laboral hasta ofrecer la apariencia de una jornada moderadamente alcista. La animación con la que abría la sesión se apoyaba en al abundancia de dinero con la que se contrató en los despachos durante la tarde anterior. Esa vuelta al negocio vespertino colaboró a difundir la creencia de que el dinero extranjero estaba entre los compradores, y su capacidad para afianzar la resistencia a la baja de los precios no se hizo esperar.Al empuje de primera hora contó con la complicidad general de la invers...

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Los mercados de valores hicieron ayer oídos sordos al vendaval que se está fraguando en el terreno laboral hasta ofrecer la apariencia de una jornada moderadamente alcista. La animación con la que abría la sesión se apoyaba en al abundancia de dinero con la que se contrató en los despachos durante la tarde anterior. Esa vuelta al negocio vespertino colaboró a difundir la creencia de que el dinero extranjero estaba entre los compradores, y su capacidad para afianzar la resistencia a la baja de los precios no se hizo esperar.Al empuje de primera hora contó con la complicidad general de la inversión y la existencia -real- de compradores para media docena de valores. La sensación de que el mercado se movía por motivos propios facilitó una salida discreta para algunas carteras institucionales, mientras otros tomaban posiciones en la creencia de que el 280% es un soporte sólido del mercado. Este nivel psicológico se superó con la resistencia como consigna, la mejora del volumen de negocio como elemento de confianza y la subida clara de algunos valores industriales como mecha.

La animación de las bolsas internacionales y el dólar colaboraron a la subida de los valores que cotizan en Wall Street. Hasta el grupo bancario pareció apuntarse al carro gracias a la disminución del papel en su caja, aunque con él disminuyó el volumen negociado por estos valores.

Al cierre se empezaron a notar el cansancio y las dudas. Muy pocas voces garantizaban la continuidad del optimismo, con todas sus esperanzas en las posibilidades de la tarde. Alguién recordaba entonces que cuando las manzanas están maduras tienen que caer; sólo hay que esperar.

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