Ramon María Calduch

"La medicina china no es mágica, pero da resultado"

Ramón María Calduch, economista catalán de 23 años, nacido en Amposta (Tarragona), no sabe lo que es rendirse. Los mejores especialistas occidentales pronosticaron una corta vida a su hijo Joan, de tres años, que sufre una enfermedad degenerativa. Pero él no se resignó y, tras empaparse de manuales de medicina tradicional china, decidió hacer las maletas y trasladar a su hijo a Pekín para someterlo a tratamiento. El pequeño ha mejorado de forma notoria y acaba de recibir el mejor regalo de Reyes que su padre puede ofrecerle: la inauguración ayer en Amposta, por primera vez en Occidente, de una...

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Ramón María Calduch, economista catalán de 23 años, nacido en Amposta (Tarragona), no sabe lo que es rendirse. Los mejores especialistas occidentales pronosticaron una corta vida a su hijo Joan, de tres años, que sufre una enfermedad degenerativa. Pero él no se resignó y, tras empaparse de manuales de medicina tradicional china, decidió hacer las maletas y trasladar a su hijo a Pekín para someterlo a tratamiento. El pequeño ha mejorado de forma notoria y acaba de recibir el mejor regalo de Reyes que su padre puede ofrecerle: la inauguración ayer en Amposta, por primera vez en Occidente, de una clínica oriental para tener a los doctores a sólo 10 metros de casa.

Ramón María Calduch, como buen economista, sabe bastante de números: trabajó desde muy joven en una entidad bancaria en Barcelona y la empresa de consulting que ha puesto en marcha funciona viento en popa. A los 17 años se matriculó en Económicas, en Barcelona. Calduch se pagaba los estudios trabajando y, en verano, se quedaba como responsable de la residencia de La Salle donde estaba. Fue en Barcelona donde conoció a Claudia, su esposa, una alemana, profesora de idiomas, que había venido a España para aprender el castellano.Montar la clínica de medicina china en Amposta ha sido, como tantas cosas en su vida, resultado de un empeño. "Como no podíamos costearnos la estancia en Pekín por más tiempo al llevar viviendo allí muchos meses, era mucho mejor que los médicos chinos se desplazaran hasta casa". Con una fuerza casi insultante y una constancia a toda prueba, este joven, que sacaba el coraje "de las ganas de vivir que veía en mi hijo al tomarse potingues que yo era incapaz de ingerir", hizo bueno el dicho de si Mahoma no va a la montaña, que la montaña venga a Mahoma.

Tras conseguir franquear las sólidas barreras de la burocracia china, y gracias a la meditación del médico español Juan José Correa, el niño recibió los mejores cuidados e inició una lenta recuperación. ahora recibe diariamente masajes y sesiones de acupuntura, e ingiere pócimas de hierbas y "de hasta 70 animalitos diferentes, entre los que se cuenta el caballito de mar".

La familia Calduch, compuesta por Ramón María, su esposa -Claudia-, el pequeño Joan su segunda hija, Anna -"que entiende y responde en chino"-, ha reencontrado la serenidad después de un año de vivir con una tensión inusitada en busca de un remedio para el mal que padece el niño, que un día empezó a cojear, otro a desviar la vista y posteriormente a perder el habla y toda posibilidad de movimiento. La historia de su hijo, tanto sufrimiento inocente, ha hecho tambalear las convicciones religiosas de Calduch, que no ha bautizado a su hija pequeña.

Por el domicilio de los Calduch se ven más rostros orientales que occidentales. Ramón María ha conseguido para el centro médico el concurso de dos doctores, una intérprete de chino y varios estudiantes, instalados todos en Tarragona. Él costea el 50% del proyecto. "La medicina china no es mágica, pero da resultado".

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