Tribuna:

Los ochenta

Siento informarles que vuelven los ochenta. Ya sé que la noticia suena a capricho gratuito de costureros y peluqueros para que no decaigan sus millonarios negocios o a nueva extravagancia especulativa de los agentes culturales de cambio y bolsa. Pero todo indica que a finales de los ochenta por fin se pondrán de moda los ochenta. ¿Cómo diablos sentir nostalgia por una década que aún no murió y que además nunca existió? Buena pregunta. Ahí está el secreto y la originalidad de esta nueva moda cronológica.Porque los ochenta quedaron nombrados y listos para sentencia mucho antes de que aparecieran...

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Siento informarles que vuelven los ochenta. Ya sé que la noticia suena a capricho gratuito de costureros y peluqueros para que no decaigan sus millonarios negocios o a nueva extravagancia especulativa de los agentes culturales de cambio y bolsa. Pero todo indica que a finales de los ochenta por fin se pondrán de moda los ochenta. ¿Cómo diablos sentir nostalgia por una década que aún no murió y que además nunca existió? Buena pregunta. Ahí está el secreto y la originalidad de esta nueva moda cronológica.Porque los ochenta quedaron nombrados y listos para sentencia mucho antes de que aparecieran en el calendario. A finales de los setenta, como se recordará, ya hablábamos del espíritu ochental como de agua pasada. Fue cuando se acuñó, y nunca mejor dicho, aquello de la década dorada. Para señalar la transición de la peste negra de los barriles de Alá a las fiebres amarillas de los corrillos de Wall Street. El salto de la tensión petrolera a la tensión financiera. Mucho antes de estrenar los ochenta ya estaba todo dicho sobre los protagonistas vitaminados de la futura década: los yuppies, los dinks, los brokers, los golden boys y demás héroes del ánimo de lucro y del espíritu de lujo.

En vista de ello, nos dedicamos a usar la década para resucitar otras décadas. Los del Pompidolu. nos decían un día que los cincuenta y todo era cincuenteneo. Hasta que a la semana siguiente, desde Londres, contraatacaban los de The Face con los setenta. Más los contumaces sesenta, claro. No sólo por el aniversario del 68; también por las motos negras de Easy rider, las prosas sucias de la beat generation, las faldas de tubo y las teorías explicalotodo a lo Hawking, y cuando se agotaron los saqueos históricos del pos, aquella orgía del post mortem, pues las resurrecciones del neo: desde el neorrenacimiento y el neoiluminismo hasta y el neo-pop. Sin olvidar que el gran debate de los ochenta fueron los noventa. Fue el 92. Lo curioso no es que vuelva una década que nunca existió, sino que ya le digan los felices ochenta.

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