Tribuna:

Yoyes y Revilla: cuestiones de estilo

El larguísimo comunicado difundido por ETA el pasado 1 de noviembre, tras el asesinato del policía Cristóbal Díaz y la resurrección de Emiliano Revilla, estaba redactado con el estilo altisonante propio de esa organización. A buen número de lectores de textos de ese tipo probablemente les seguirá sobresaltando el frecuente uso de las mayúsculas (ETA es definida nada menos que como Organización Socialista Revolucionaria Vasca de Liberación Nacional) y la presencia también habitual de siglas intimidatorias (el MLNV es el Movimiento de Liberación Nacional Vasco) que institucionalizan de forma may...

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El larguísimo comunicado difundido por ETA el pasado 1 de noviembre, tras el asesinato del policía Cristóbal Díaz y la resurrección de Emiliano Revilla, estaba redactado con el estilo altisonante propio de esa organización. A buen número de lectores de textos de ese tipo probablemente les seguirá sobresaltando el frecuente uso de las mayúsculas (ETA es definida nada menos que como Organización Socialista Revolucionaria Vasca de Liberación Nacional) y la presencia también habitual de siglas intimidatorias (el MLNV es el Movimiento de Liberación Nacional Vasco) que institucionalizan de forma mayestática la enigmática existencia de realidades inciertas.La monótona e incansable repetición de fórmulas ritualizadas excluye cualquier sorpresa léxica en los documentos de ETA: el Gobierno socialista es un simple "gestor de poderes reales", el secuestro de Revilla fue un "arresto", los asesinatos son "ejecuciones" y los condenados por los tribunales de justicia de resultas de delitos probados no son presos sino "rehenes políticos". Los eufemismos ennoblecedores no son siempre tan ocurrentes como aquellas "dificultades temporales de liquidez" que agobiaban al pícaro personaje de una novela célebre de John Le Carre. Algunos disimulos terminológicos de ETA, sin embargo, no le van a la zaga en fantasía; por ejemplo, el secuestro de Revilla pasará a la posteridad como una "acción reivindicativo-económica" realizada "con el objeto de recuperar parte de la plusvalía usurpada por la oligarquía española".Estas formas almidonadas y campanudas de expresión se proponen eliminar las dudas y blindar las certidumbres tanto de los propios escribas como de los catecúmenos de Herri Batasuna, ansiosos de recibir en comunión la doctrina nacida de la boca del fusil para acallar problemas de conciencia, conciliar contradicciones y reprimir temores. La prosa instrumental de estos burócratas de la ideología ordena que cada sustantivo sospechoso vaya siempre vigilado por la escolta de un adjetivo denigratorio (el Estado opresor, los intereses económicos oscuros, la colaboración vergonzosa del PNV o de EA), mientras que ETA y su orla nunca dejan de recibir flores verbales por su "homogeneidad, coherencia y fortaleza".Esa escritura pomposa refleja a las mil maravillas la típica megalomanía de los partidos y grupúsculos vanguardistas, convencidos siempre -sobre todo si disponen de capacidad mortífera de fuego- de que son la locomotora de la historia y no el furgón de cola destinado a desempeñar esas funciones de basurero de las que hablaba Trotski. Porque la convicción de que los revolucionarios hacen historia, mientras que los reformistas sólo hacen política, constituye probablemente el soporte último de tanta mayúscula, tanta sigla, tanta sangre y tanta tontería.Mecidos por esa gratificadora sensación de ser los motores de la humanidad, los redactores del último comunicado de ETA amplían sus horizontes geopolíticos para situar el conflicto vasco "dentro del amplio contexto político y económico internacional" creado por la integración de España en la Comunidad Europea y la Alianza Atlántica. No parece, sin embargo, que los etarras sean plenamente conscientes de las implicaciones -desastrosas para su organización- de ese agrandado panorama. Hace escasos años, la internacionalización del problema vasco era el objetivo soñado de algunos abogados abertzales, que viajaban infatigablemente para defender el derecho de autodeterminación del País Vasco ante cualquier foro. Hoy, sin embargo, esa dilatación de las fronteras no hace sino cerrar perspectivas para su futuro. Si fuese cierto -como afirma el comunicado- que "los distintos sectores del capital oligárquico y multinacional" en Europa desearían ver resuelto el conflicto vasco antes de que el Acta única entrase en funcionamiento, el corolario no podría ser más sombrío para ETA. En efecto, en su labor de "solventar su gran asignatura pendiente antes de la fecha fijada por los Estados de la CE en 1992", el Gobierno español podría contar no sólo con sus propias fuerzas sino también con la "interesada colaboración represiva de sus socios europeos".

¿Cómo explicar las perturbaciones del raciocinio, las traiciones a la lógica y el desprecio hacia los hechos que caracterizan -valga la contradicción arriba citada- la literatura panfletaria del nacionalismo vasco radical? Por un azar, el comunicado de ETA del 1 de noviembre me interrumpió la lectura de un libro -Desde su ventana- dedicado a la memoria de Yoyes (nombre de guerra de María Dolores González Katarain), asesinada por sus antiguos camaradas de ETA a comienzos de septiembre de 1986, cuando paseaba por las calles de su Ordizia natal con su hijo de tres años.Además de testimonios de amigos y familiares, el volumen recoge una selección de los diarios escritos por Yoyes entre 1979 y 1986: comentarios a la vez ingenuos e inmediatos sobre escritores (Virginia Woolf, Octavio Paz, Emily Dickinson, Julio Cortázar, Anais Nin, Umberto Eco, Simone de Beauvoir, Milan Kundera) y reflexiones empapadas de sensibilidad en tomo al desarraigo del exilio, la condición femenina o la soledad ante la muerte. La recopilación es inevitablemente hagiográfica, en consonancia con esa aura de religiosidad deficiente o perversamente secularizada que envuelve la política vasca. En el volumen se echan de menos textos de Yoyes dedicados a reflexionar críticamente sobre su pasado y a explicar su ruptura con ETA en 1979.No es improbable que Yoyes participase, durante los años en que ocupó puestos de responsabilidad dentro de ETA, en la elaboración de documentos no demasiado diferentes a los que esa organización todavía difunde. ¿Cómo explicar tales contrastes en una misma biografía? Un palanganero de los matarifes se tomó la delicada molestia de recordar, pocos días después del asesinato de Ordizia, que la desventurada Yoyes no había sido precisamente santa Teresita del Niño Jesús. Pero aunque no sepamos paso a paso su evolución ("no me considero héroe, no puedo considerarme antihéroe, tampoco fui terrorista, sino militante política"), conocemos sus diagnósticos finales. A su regreso a España -en octubre de 1985-, Yoyes advierte a sus amigos de la posibilidad de ser víctima mortal de las "tácticas fascistas o estalinistas" de ETA y denuncia que la lucha armada "ha degenerado en algo terrible, dictatorial y mítico". Las tesis de Herri Batasuna de que "haya muertos para que haya guerra" y de que "haya muchos presos" para generalizar el sufrimiento son juzgados por Yoyes con extrema dureza. "¿Cómo voy a apoyar", escribe, "a una HB convertida en payaso de un militarismo fascista? ¿Cómo me voy a identificar con dirigentes que lo único que saben es aplaudir los atentados de ETA y pedir más muertos?".En su eufórico regreso del inverosímil zulo en el que estuvo paseando y degustando pastelería fina durante más de ocho meses, Emiliano Revilla se ha pronunciado en favor de la negociación política con sus recientes carceleros y cocineros. En su melancólica vuelta a las faldas del Txindoki, con el presentimiento de su asesinato, Yoyes expresaba, en cambio, su temor de que fuera ya demasiado tarde para que esa negociación de los poderes democráticos con sus antiguos compañeros fuese posible. ¿Cuestiones de estilo? Tal vez. ¿Contrapuestas experiencias? Quizá. ¿Biografías incomparables? Quién sabe. ¿La diferencia entre las cosas que tienen precio y los valores fuera del comercio? A lo mejor. En cualquier caso, Revilla vive y Yoyes ha muerto.

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