Un callejón sin salida

Ricard Pérez Casado, de 43 años, llegó a la alcaldía de Valencia en octubre de 1979 al frente de un gobierno municipal socialista y comunista tras sustituir en el puesto a Fernando Martínez Castellano, acusado de irregularidades financieras en el PSOE y posteriormente destituido, seis meses después de las primeras elecciones municipales.Nueve años después, los grandes proyectos diseñados por los socialistas, que revalidaron su triunfo electoral en 1983 y en 1987, continúan sin terminar y el Ayuntamiento de Valencia vive una alarmante paralización administrativa y política, que se extiende a to...

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Ricard Pérez Casado, de 43 años, llegó a la alcaldía de Valencia en octubre de 1979 al frente de un gobierno municipal socialista y comunista tras sustituir en el puesto a Fernando Martínez Castellano, acusado de irregularidades financieras en el PSOE y posteriormente destituido, seis meses después de las primeras elecciones municipales.Nueve años después, los grandes proyectos diseñados por los socialistas, que revalidaron su triunfo electoral en 1983 y en 1987, continúan sin terminar y el Ayuntamiento de Valencia vive una alarmante paralización administrativa y política, que se extiende a todos los ámbitos ciudadanos. A los históricos enfrentamientos entre las distintas familias socialistas, que lastraron la actuación municipal cuando el PSOE contaba con mayoría absoluta, han de añadirse ahora las dificultades de gobernar en minoría.

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Los socialistas obtuvieron 13 concejales en las pasadas elecciones; la derecha regional, Unión Valenciana, siete; Alianza Popular, siete; el CDS, cuatro; y la coalición Izquierda Unida-Unitat del Poble Valencià, dos. Los centristas, que pueden inclinar la balanza en favor de gobiernos municipales estables, se han negado a pactar con los socialistas y se han opuesto asimismo a apoyar las mociones de censura contra Pérez Casado que ha auspiciado la derecha. La situación se ha convertido en un callejón sin salida.

Entretanto, proyectos básicos como el Jardín del Turia, la rehabilitación del centro histórico o el paseo marítimo duermen el sueño de los justos, mientras los grupos políticos buscan el desgaste del adversario con la vista puesta en los comicios de 1991. En el centro, un Pérez Casado, antaño brillante y audaz, se muestra ya incapaz de dirigir los destinos de una ciudad de 730.000 habitantes.

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