Tribuna:

Beso laboral

Beso empresarial, para ser exactos, pero la maldita estrechez de esta columna expulsa títulos tan largos. Porque beso laboral suena por metáfora a concertación sindical, y por metonimia, a acoso sexual. Y no es nada de eso. Me refiero a una nueva clase de conflictos empresariales relacionada con el beso entre colegas y cuya confusión protocolaria empieza a causar estragos entre los trabajadores del tercer tipo, e incluso amenaza la productividad del sector básico del sistema posindustrial. Fuera del trabajo, el beso de saludo, de amistad o de etiqueta social apenas plantea problemas. Y dentro ...

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Beso empresarial, para ser exactos, pero la maldita estrechez de esta columna expulsa títulos tan largos. Porque beso laboral suena por metáfora a concertación sindical, y por metonimia, a acoso sexual. Y no es nada de eso. Me refiero a una nueva clase de conflictos empresariales relacionada con el beso entre colegas y cuya confusión protocolaria empieza a causar estragos entre los trabajadores del tercer tipo, e incluso amenaza la productividad del sector básico del sistema posindustrial. Fuera del trabajo, el beso de saludo, de amistad o de etiqueta social apenas plantea problemas. Y dentro del trabajo machista no había espacio para besuqueos laborales porque siempre eran fuente de sospechas, generalmente fundadas. El conflicto del beso surge cuando la mujer pasa de empleada o subordinada a colega, o a superior inmediato. O aún más complejo, cuando surge como rival de negocio, en plan competidora, con temibles pinturas de guerra empresarial. ¿Qué hacer en tales casos?Besar o no besar. No sé si ése es el problema, pero ésa es la polémica que provoca furor en el imperio y alrededores, donde la cuota del 25% ha sido ampliamente desbordada. Los pobres cuellos blancos de rayas azules se pasan la jornada laboral pensando a qué colegas, jefes o rivales deben o no deben besar, dudando entre ofrecer la mejilla o extender la mano, con miedo a meter la pata. Más aún, llevan la contabilidad de los besos acumulados en horas de oficina y hacen comparaciones para saber si sube o baja su cotización en la pirámide empresarial. Aquí hay una laguna, y no sólo de etiqueta social, sino de normativa laboral. Porque, para acabar de liarla, un estudio divulgado por Furio Colombo calcula 17 variables en el instante de dar o no dar el beso empresarial. Hay que tener en cuenta la jerarquía, los testigos, el negocio que se traen entre manos, la antigüedad, el lugar, la situación familiar, las edades; un follón. Diecisiete variables, sí, pero sólo un par de segundos para decidirse a poner la mejilla. Peor que la ruleta rusa.

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