Tribuna:

La bondad

Lo último que se lleva es ser bueno. No existe nada tan moderno como la ternura del corazón. He aquí la novedad: sí quieres pertenecer al círculo de los seres más refinados no hables nunca de política ni de dinero, pon cara de mermelada ante cualquier acto de violencia, hazte erudito en algo raro del siglo XVIII y muéstrate histérico con detalles sin importancia; por ejemplo, cuando a tu perro le salga un eczema en una pata. Vuelve a estar de moda la bondad clásica. Bajo la luz dorada del otoño sonarán los hierros en la calle y seguirán ladrando al aire las sirenas de la policía, pero yo te as...

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Lo último que se lleva es ser bueno. No existe nada tan moderno como la ternura del corazón. He aquí la novedad: sí quieres pertenecer al círculo de los seres más refinados no hables nunca de política ni de dinero, pon cara de mermelada ante cualquier acto de violencia, hazte erudito en algo raro del siglo XVIII y muéstrate histérico con detalles sin importancia; por ejemplo, cuando a tu perro le salga un eczema en una pata. Vuelve a estar de moda la bondad clásica. Bajo la luz dorada del otoño sonarán los hierros en la calle y seguirán ladrando al aire las sirenas de la policía, pero yo te aseguro que los hombres duros ya no venden nada. Se han convertido en simples antiguallas el cuero negro, los garfios, las polainas, las gorras de plato, las prácticas de tiro, las armas de cualquier clase y también el cinismo estético, la bilis, el gesto hosco, la palabra agria y ese desprecio que se vierte por un lado de la boca. La ira hoy resulta vulgar. Si deseas ingresar en la nueva minoría selecta, primero tienes que ser buena persona; después tienes que calzar zapatones y vestirte con ropa ajada; finalmente cumplirás estas reglas.De política sólo hablan los que viven de ella, aquellos que se sienten agraviados o esperan una subvención. Ignórala. Alcanzarás la perfección el día en que olvides el nombre de todos los líderes. Por otra parte, los socialistas han inoculado en el alma de los hidalgos españoles, junto con el individualismo más salvaje, un inmoderado afán de lucro. Los grandes especuladores son nuestros máximos héroes. Acomodar tu vida al margen del dinero será para ti el signo de la suprema distinción. Y de esta forma, mientras la violencia florezca en el asfalto, tu obligación consistirá en sonreír, cultivar a los amigos, ensayar nuevos postres caseros en las tardes de domingo, sentirte apasionado por la felicidad de tu perro, recobrar la ternura, ser generoso y no esperar a cambio sino un dulce sentimiento compartido. Si encima te conviertes en un especialista en algo del siglo XVIII que no sirva para nada se podrá decir que eres moderno.

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