Cartas al director

Mi maestro

De Pablos es mi maestro. Lloro todos los días cuando el insigne poeta del tubular recita, al término de cada etapa de la Vuelta Ciclista a España, esas odas rebozadas de sensibilidad paisajística y rellenas de sentimientos patrios. Monumentos, ríos, cordilleras, praderas, calles, héroes, batallas de moros y cristianos, santos regionalistas y, en fin, gente del pueblo se agolpan en la cuneta de las postales que describe el improvisador juglar catédico.Con la candidez del párvulo en su primer día de redacción y la

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De Pablos es mi maestro. Lloro todos los días cuando el insigne poeta del tubular recita, al término de cada etapa de la Vuelta Ciclista a España, esas odas rebozadas de sensibilidad paisajística y rellenas de sentimientos patrios. Monumentos, ríos, cordilleras, praderas, calles, héroes, batallas de moros y cristianos, santos regionalistas y, en fin, gente del pueblo se agolpan en la cuneta de las postales que describe el improvisador juglar catédico.Con la candidez del párvulo en su primer día de redacción y la

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inestimable ayuda de la guía turístíca de Campsa, De Pablos ha logrado que las amas de casa posterguen sus labores para conocer las emociones líricas que provocan las vistas aéreas, además de desbancar de los niveles de audiencia a los detectives Crocket y Tubbs, un par de esforzados de la ruta de la cocaína que prefieren el Testarossa a la bicicleta del Jardinerito.

Cuando la serpiente multicolor pose su vientre de aluminio en Segovia, punto y final de la Vuelta, estoy seguro de que las musas del Espasa acudirán como una divina locura a la mente del rapsoda. Y entonces recitará: "Segovia ciudad -tejados rojos, torres, vencejos, piedras seculares- se apiña sobre un fondo de campos desolados. El arpa de piedra del acueducto romano; el alcázar, refugio un tiempo de Isabel la Católica; el monasterio del Parral; la catedral, y numerosos palacios e iglesias románicas, hacen de Segovia una de las más, bellas ciudades castellanas. En su provincia está el real sitio de San Ildefonso, donde Felipe V mandó construir el palacio de La Granja, rodeado de espléndidos jardines, al pie del Guadarrama. El panorama del palacio y sus jardines, confundiéndose con los pinares de la sierra, es para los ojos que lo contemplan una mezcla armónica de delicadeza y montaraz agresividad".

Me dispongo a proponer a Pilar Miró y a su grupo de consejeros deportivos que al término del evento ciclista no nos priven de esa inspiración divinamente encuadernada. De lo contrario, sus discípulos dejaremos caer, a las cinco de la tarde, lágrimas de té. Maestro y amigo.- Alfonso Hernández.

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