Tribuna:

'Pirri'

Hay gente que se muere de verdad, mientras los otros entretenemos la espera haciendo literatura. Que es prácticamente todo, excepto el dolor, el salvaje dolor, para cuyo consuelo no hay bálsamos ni eslóganes.De modo que, hace unas pocas noches, estaba yo charlando con una buena amiga, una de esas amigas de siempre a las que, sin embargo, apenas frecuentas, tan segura estás de ella como de tu hígado de primera calidad. Y nos decíamos, mirándonos por encima de las copas: "Joder, yo no sabía lo dura que podía llegar a ser la vida". Tanto ella como yo hemos aprendido en los últimos meses a bregar ...

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Hay gente que se muere de verdad, mientras los otros entretenemos la espera haciendo literatura. Que es prácticamente todo, excepto el dolor, el salvaje dolor, para cuyo consuelo no hay bálsamos ni eslóganes.De modo que, hace unas pocas noches, estaba yo charlando con una buena amiga, una de esas amigas de siempre a las que, sin embargo, apenas frecuentas, tan segura estás de ella como de tu hígado de primera calidad. Y nos decíamos, mirándonos por encima de las copas: "Joder, yo no sabía lo dura que podía llegar a ser la vida". Tanto ella como yo hemos aprendido en los últimos meses a bregar con la realidad de la muerte. Se nos ha ido gente a la que amábamos, y ni siquiera estamos seguras de que haya servido para algo, excepto, quizá, para enseñarnos a medir el bien por el vacío.

Esa noche, las dos, que solemos avanzar con el pellejo a modo de bandera, acusábamos una sensible reducción de las defensas. Y nos decíamos, mirándonos por encima de las copas: "Joder, yo no sabía que hasta la pasión iba a acabar desapareciendo".

Anteanoche, el programa de Cohn-Bendit sobre 1968 era sólo ideología. Faltaba contar cómo supimos, a medida que transcurría el tiempo, visitar sin desfallecer clínicas y hospitales, y hacer guardias. Cómo aprendimos a llorar no sólo por las causas, sino por las personas perdidas. Y a aceptar que el día de Navidad es importante para los viejos que te importan, y a soportar el tedio que te provocan los niños a los que quieres, porque te angustia la pequeña muerte que llevan ya dentro.

A eso se le llama hacerse mayor, y a soportarlo pueden ayudarte la literatura y la ironía. Pero ni la ironía ni la literatura te salvan de odiar este día gris de hoy, en Madrid, que ya no verá Pirri. Al que sólo tuve cerca en una ocasión frecuentando un almuerzo de promoción, de esos a los que cada cual acude con su parte de mentira. Yo, periodista; él, con sus tarjetas fluorescentes, que rezaban: "José Luis Fernández, Pirri, artista".

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