José Tasende

De pelotari en el exilio a marchante de arte en California

José Tasende partió de Bilbao a México en 1946, cuando apenas contaba 13 años de edad. Siendo adolescente, Nervión, nombre con el que se le conoció en el frontón Jai Alai de Acapulco, se ganó la vida jugando a la pelota. No era considerado un pelotari brillante y decidió entonces cambiar el mundo del deporte por el del arte, montando en esa misma ciudad una pequeña galería. En México conoció a su esposa, de origen indio cherokee, con la que tiene dos hijos, Bettina y Aitor. Desde hace 15 años, la familia Tasende posee en San Diego una de las galerías más importantes de Estados Unidos.

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José Tasende partió de Bilbao a México en 1946, cuando apenas contaba 13 años de edad. Siendo adolescente, Nervión, nombre con el que se le conoció en el frontón Jai Alai de Acapulco, se ganó la vida jugando a la pelota. No era considerado un pelotari brillante y decidió entonces cambiar el mundo del deporte por el del arte, montando en esa misma ciudad una pequeña galería. En México conoció a su esposa, de origen indio cherokee, con la que tiene dos hijos, Bettina y Aitor. Desde hace 15 años, la familia Tasende posee en San Diego una de las galerías más importantes de Estados Unidos.

La relación con el arte para este vasco que se confiesa profundamente americano se inició en 1966 de forma casual. Después de la guerra civil, cuando tenía 13 años de edad, partió de Bilbao hacia México con su madre en el Magallanes, en el mismo barco en el que viajaba Plácido Domingo.Pasa los primeros años de su juventud jugando a la pelota en el frontón Jai Alai de Acapulco, destino de muchos vascos que en la década de los cincuenta llegaban allí. Dice que un día fue consciente de que la velocidad de sus piernas era inferior a la de la pelota y eso era algo que no se podía permitir un pelotari; entonces decidió cambiar el rumbo de su existencia y montó una pequeña galería de arte en Acapulco. Desde hace 15 años tiene en San Diego una de las principales galerías de Estados Unidos. Los artistas que exponen en ella son pocos: Eduardo Chillida, Henry Moore, Isomo Naguchi, Roberto Matta, Marino Marini, Linn Chadwick, Giacomo Manzo, José Luis Cuevas, Mark di Subero y Andrés Nagel, el último de los artistas que ha entrado en su galería.

Brillan sus ojos cuando recuerda que empezó sin tener seguridad de lo que hacía y asegura que "siempre en mi vida ha venido en auxilio de mi propia ignorancia la ignorancia de los demás". Dice que en el mundo de las galerías se da uno cuenta que hay muchos marchantes que no saben lo que hacen a pesar de llevar mucho tiempo en el negocio. Confiesa desconocer hasta qué punto lo que se vende y se compra es propiamente arte y define las obras como "documentos que ilustran el momento creativo de un artista, que se vuelven a convertir en arte en el instante en que esa expresión es recibida plenamente por el espectador que la contempla".

José sonríe cuando recuerda sus orígenes y alarga las palabras cuando afirma que "nací en Bilbao, pero soy de América". Dice que este país es el gran desconocido del mundo y no comprende por qué esas críticas a la sociedad americana. "Yo admiro ese sueño y me siento orgulloso de pertenecer a él".

La inauguración de la nueva obra de Eduardo Chillida, Gure aitaren etxea, en Guernika fue el motivo por el que se trasladó la semana pasada desde California hasta el País Vasco. José Tasende conoció a Chillida de manera fortuita seis años antes de que entrase a formar parte del elenco de artistas de su galería. "Busqué al escultor más prestigioso del momento y quería que éste fuese vasco. Cuando lo encontré sentí una doble satisfacción, profesional y personal". Pero añade que en el negocio del arte la objetividad se sitúa por encima de todo. "Ser marchante no te permite hacer muchas consideraciones de preferencia personal; eso sería una debilidad por la que tarde o temprano tendrías que pagar".

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