Tribuna:

Balas

En Jerusalén, las grietas del muro de los Lamentos están llenas de boletos que contienen plegarias. Bajo el sol del desierto, con las trenzas sudadas, los judíos piadosos acuden allí a rezar. Leen el libro sagrado, agitan la cadera, ponen la frente en el sillar y meditan, lloran, recuerdan. Luego, en un papel, escriben cualquier clase de súplica, la enrollan formando una especie de bala y la introducen en los entresijos del alto paredón, que de esta forma parece acribillado de oraciones y deseos. El pueblo hebreo ha inventado el pan ácimo y también el sentido de la culpa, cuyo sabor puede lleg...

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En Jerusalén, las grietas del muro de los Lamentos están llenas de boletos que contienen plegarias. Bajo el sol del desierto, con las trenzas sudadas, los judíos piadosos acuden allí a rezar. Leen el libro sagrado, agitan la cadera, ponen la frente en el sillar y meditan, lloran, recuerdan. Luego, en un papel, escriben cualquier clase de súplica, la enrollan formando una especie de bala y la introducen en los entresijos del alto paredón, que de esta forma parece acribillado de oraciones y deseos. El pueblo hebreo ha inventado el pan ácimo y también el sentido de la culpa, cuyo sabor puede llegar a ser muy dulce. Las lágrimas de esta gente han empañado el espejo de la historia, pero el suyo es otra vez el Dios de los Ejércitos, que brilló con genio militar durante el reinado de David. En ese tiempo los enemigos de Israel fueron exterminados con cuchillo entre cánticos de alabanza a Jehová y gritos de expiación, aunque semejante gloria resultó efímera.Después de algunos milenios de aflicción, ahora en Israel los judíos piadosos rezan de nuevo ante el muro de los Lamentos mientras los soldados disparan contra los palestinos. Unos dejan las súplicas escritas en forma de bala en la piedra para excitar la compasión de Dios, y otros introducen esa misma oración en la carne de los rebeldes con las metralleta!. Así lo ha demostrado una autopsia efectuada sobre el cadáver de un árabe adolescente de Cisjordania. El muchacho tenía dos proyectiles alojados en el corazón, los cuales llevaban grabado el versículo de un salmo: "Invocaré al Señor, digno de alabanza, y de mis enemigos seré salvo. A ti levanto mi alma. En mi tribulación invoqué al Señor y clamé a mi Dios, y él oyó desde su templo mi voz, y mi clamor penetró en sus oídos". Este fragmento de plegaria parecía ser una marca de fábrica. Al extraer los proyectiles del cuerpo de la víctima, el forense, con una pinza, los blandió en el aire y a través de la sangre inocente leyó esta oración en voz alta. En ese instante Jehová pasaba en vuelo rasante por los fulminados montes de Judea.

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