Editorial:

Terror en Haití

NO TIENE precedente lo ocurrido ayer en Haití: cuando ya los ciudadanos habían empezado a emitir sus votos, unas bandas paramilitares formadas por los siniestros tonton macoutes desencadenaron en el país, y particularmente en los locales destinados al voto, una ola de terror que obligó a suspender el proceso electoral.Haití es el país más pobre del continente americano. Sus habitantes están condenados a unas condiciones de vida indescriptibles. Durante 30 años, la dinastía Duvalier, primero el padre y luego el hijo, mantuvo un régimen dictatorial, de terror y corrupción, que saqueó toda...

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NO TIENE precedente lo ocurrido ayer en Haití: cuando ya los ciudadanos habían empezado a emitir sus votos, unas bandas paramilitares formadas por los siniestros tonton macoutes desencadenaron en el país, y particularmente en los locales destinados al voto, una ola de terror que obligó a suspender el proceso electoral.Haití es el país más pobre del continente americano. Sus habitantes están condenados a unas condiciones de vida indescriptibles. Durante 30 años, la dinastía Duvalier, primero el padre y luego el hijo, mantuvo un régimen dictatorial, de terror y corrupción, que saqueó todas las riquezas del país para aumentar su beneficio particular. Los Duvalier acumularon una fortuna enorme en el extranjero. En medio de la terrible miseria de la población, invirtieron sumas enormes en armas y en crear una guardia pretoriana, los tonton macoutes, culpables de miles de asesinatos.

La raíz de lo ocurrido ayer está en el hecho de que la expulsión del dictador, en febrero de 1986, no significó el advenimiento de una situación democrática. Los militares que desde entonces han controlado el Gobierno están comprometidos, en mayor o menor medida, con el régimen duvalierista. Algunos de los tonton macoutes fueron castigados en las horas que siguieron a la expulsión de Jean-Claude Duvalier. Pero el Gobierno militar del general Namphy les ha protegido, y ellos han multiplicado los actos terroristas para impedir las elecciones.

La propia miseria del país determina la debilidad de los sectores de la población susceptibles de crear la articulación social necesaria para un Gobierno democrático. Los partidos políticos son sumamente débiles. Se presentaron 23 candidatos para la presidencia de la república, y ese número tan elevado debilitó la posibilidad de estructurar una alternativa democrática con un fuerte respaldo nacional. Sin embargo, en torno al Consejo Electoral Provisional (CEP), encargado de garantizar la consulta, se ha creado una amplia corriente de opinión deseosa de lograr el paso a la democracia. Existe una voluntad firme de votar, para intentar abrir así un camino para salir de la miseria. Religiosos (católicos y protestantes), sindicalistas y hombres de empresa habían animado a los ciudadanos a acudir a las urnas para preparar un futuro democrático.

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Pero el Gobierno militar ha hecho todo para impedir la acción del CEP. Ni le entregó el presupuesto fijado ni le otorgó una mínima protección en una ciudad en la que campan a sus anchas las bandas armadas. La complicidad del Gobierno militar es pues evidente en la ola de terror desencadenado por los grupos paramilitares. Sin duda, los militares y los tonton macoutes temen que el establecimiento de la democracia les obligue a rendir cuentas y ponga fin a los privilegios de que ahora disfrutan.

Ante el espectáculo bochornoso de Haití, no es posible eludir la responsabilidad de la comunidad internacional, en particular de países que, como Estados Unidos, prestaron ayuda económica y de otro género a los Duvalier, viendo en ellos una buena defensa contra el comunismo. Ha habido mucha menos ayuda internacional para contribuir a un proceso democrático que pudo iniciarse en 1986, pero que quedó truncado. Haití vivió ayer una nueva etapa de ese fracaso.

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