La clase dirigente china se despide de la generación revolucionaria de 1949

El Congreso del PCCh, que concluye hoy, jubilara al 50% de los miembros del Comité Central

La clase dirigente china cortará hoy definitivamente el cordón umbilical que la unía con la revolución que llevó al poder al Partido Comunista Chino (PCCh) en 1949. Deng Xiaoping se convertirá en el flautista de Hamelin que arrastrará hacia la jubilación a casi un 50% de los miembros del actual Comité Central, cuya nueva y más reducida composición será conocida hoy, una vez concluya el XIII Congreso del PCCh, inaugurado el pasado domingo.

Deng Xiaoping empezará hoy a decir adiós a 60 años de activa militancia política, desde que, a la edad de 23 años, fue elegido primer secretario del C...

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La clase dirigente china cortará hoy definitivamente el cordón umbilical que la unía con la revolución que llevó al poder al Partido Comunista Chino (PCCh) en 1949. Deng Xiaoping se convertirá en el flautista de Hamelin que arrastrará hacia la jubilación a casi un 50% de los miembros del actual Comité Central, cuya nueva y más reducida composición será conocida hoy, una vez concluya el XIII Congreso del PCCh, inaugurado el pasado domingo.

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Deng Xiaoping empezará hoy a decir adiós a 60 años de activa militancia política, desde que, a la edad de 23 años, fue elegido primer secretario del Comité Central del entonces clandestino partido. Corría el año 1927 y aún tuvieron que transcurrir 22 años hasta que, con Mao Zedong en el timón, se instaurara la República Popular China; a partir de ese momento Deng cayó por tres veces en desgracia y, cual ocurrió con Lázaro, tres veces resucitó políticamente. La última y definitiva en 1977, una vez muerto Mao.Los que con Deng bajaron a los infiernos recuperaron a partir de entonces su preeminencia en el partido. De ellos, son muchos los que han caído en el camino víctimas de la ancianidad, y muchos también los que ya hace cinco años, en el XII Congreso del PCCh, aceptaron la sugerencia de Deng y se instalaron en los 172 sillones de la recién creada comisión asesora central. El resto de los veteranos, incluidos algunos que consiguieron pasar incólumes sobre las ascuas de la maldita revolución cultural (1966-1976), harán hoy mutis por el foro para dar paso a la generación que contempló desde la infancia cómo el país se volvía del revés de la mano de la banda de los cuatro, aún todos ellos vivos y en prisión.

Limbo de los veteranos

El anterior congreso, celebrado en septiembre de 1982, eligió un Comité Central de 210 miembros titulares y 138 suplentes. De entre los primeros, 113 integraban el verdadero núcleo del poder central. De éstos, 65 habían sido reelegidos y 48 accedían por primera vez al primer escalón directivo del partido; 27 de los 65 reelegidos se sentaron en el Politburó (tres de ellos, como suplentes), 7 pasaron al secretariado, 18 eran militares y todos tenían entonces más de 65 años. Los vientos de la gaige (reforma) y de la kaifang (apertura) se los llevaron hoy definitivamente al limbo de los veteranos.El único que seguirá estando omnipresente, a pesar de que pase a ser prácticamente invisible, será el anciano Deng, quien, a sus 83 años, es el líder indiscutible que ha patentado la vía china hacia el socialismo.

Relevo de cuadros

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El partido se encuentra "en una crucial coyuntura de relevo de cuadros viejos por nuevos", señaló el pasado domingo en su informe inaugural el nuevo secretario general del PCCh y aún primer ministro, Zhao Ziyang. El partido lleva años intentando reclutar para sus filas, que actualmente acogen a más de 46 millones de personas, "a la flor y nata de las masas".Si en la época de las guerras revolucionarias "el comunista tenía que enfrentar la prueba del sacrificio de su propia vida", ahora encara una nueva misión: "Resistir dignamente la prueba de ser miembro del partido gubernamental y la de la gaige y la kaifang". Para ello, recordó Zhao Ziyang a los 1.936 delegados reunidos en el gran Palacio del Pueblo de Pekín, "los comunistas chinos han de sacrificar sus intereses personales en pro de los intereses del Estado y del pueblo".

Ésta es la teoría, pero la práctica muestra, tal como reconoció el propio Zhao, que el partido no es precisamente una manzana sana. "De varios años a esta parte, entre ciertos miembros del Partido Comunista se han dado con frecuencia casos de evasión de impuestos, introducción y venta de contrabando, sobornos y venalidad, infracción de la ley por quien la aplica, extorsión, desfalco y hurto, revelación de secretos de Estado e informaciones económicas, infracción de la disciplina que normativa el trato con el exterior, nombramientos por favoritismos, represalias y corrupción moral".

Una verdadera joya autocrítica. "Debemos hacer que la lucha contra la corrupción vaya implícita en la construcción y la reforma", afirmó Zhao. "Es imperativo depurar con toda decisión a los elementos corruptos que hayan socavado la causa del partido y del pueblo", añadió, al tiempo que lanzaba un llamamiento a todos los militantes para que se esfuercen por mejorar su calidad técnica, intelectual e ideológica.

El Partido Comunista Chino, "como partido [único] gobernante que es, debe resistir la prueba que supone serlo", afirmó su secretario general. Su identificación con el manejo de los destinos de más de 1.000 millones de ciudadanos lleva, según Zhao Ziyang, "fácilmente aparejada la tendencia a divorciarse de las masas, tendencia que acarrea al pueblo perjuicios mucho mayores que cuando no era partido gobernante".

Con el proceso reformista emprendido por Deng "han caído en desuso en gran medida las prácticas subjetivistas de imponer metas ambiciosas y dirigir a ciegas, así como las prácticas virulentas tales como la coacción y el abuso de sesiones de humillación y otros castigos", aseguró el secretario general de los comunistas chinos.

La humillación de Deng

El propio Deng fue víctima de estos procedimientos cuando, al inicio de la revolución cultural, fue mostrado en público, ante unas masas enfervorizadas, con un capirote de papel en la cabeza y un humillante cartel en el pecho.Tan atrás han quedado efectivamente estas prácticas en la República Popular China, que si Mao abandonara por unos instantes su panteón de la plaza de Tienanmen le costaría reconocer a su propia prole.

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