Tribuna:

'Jazz' pálido

Un grupo de asturianos atlánticos está preparando para la primavera próxima una concentración de jazz pálido. Su propósito es el de llenar de esta música de agua oscura los jardines de la ciudad de Gijón, y para ello quieren servirse del espacio más verde del año, que en la ciudad asturiana coincide, más o menos, con el mes de mayo. Para iniciar lo que suponen que será el principio de un largo viaje del jazz por las noches de las primaveras sucesivas tienen un objetivo tan literario como el mismo jazz: quieren dedicarle la primera semana a Julio Cortázar, que fue un escrit...

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Un grupo de asturianos atlánticos está preparando para la primavera próxima una concentración de jazz pálido. Su propósito es el de llenar de esta música de agua oscura los jardines de la ciudad de Gijón, y para ello quieren servirse del espacio más verde del año, que en la ciudad asturiana coincide, más o menos, con el mes de mayo. Para iniciar lo que suponen que será el principio de un largo viaje del jazz por las noches de las primaveras sucesivas tienen un objetivo tan literario como el mismo jazz: quieren dedicarle la primera semana a Julio Cortázar, que fue un escritor de manos largas y oídos finísimos, un amante fanático de esta música lenta como el tiempo, apasionada coino sus ojos de gato solitario. La apariencia parsimoniosa de su figura esquelética y gigante le dió a Cortázar el aire que tiene el ritmo del jazz. Se le antoja a uno, viendo su casa minúscula de Saignon, en el Luberón francés, que Cortázar escribía imaginando que deslizaba sus dedos pecosos por la superficie grasienta de un viejo piano sobre el que se hubiera derramado todo el café del mundo. Y de hecho la larga mesa que le sobrevive en aquella casa de campo es como el escenario abigarrado y soñoliento de una sala de jazz repleta de objetos inservibles que se hubieran quedado allí para seguir un concierto que nunca empezó.

Jazz pálido. Lo que quieren los asturianos es concentrar a los grandes del jazz europeo porque estiman que la distinción de los colores siempre le hizo un favor flaco a la música. El jazz pálido es la consecuencia eficaz de ese jazz oscuro como la noche en la que sonó por vez primera esta melodía que es como la voz. Los pálidos y los negros han ido por la misma calle. Juntos pueden existir en la memoria del jazz como la combinación que hizo de esta música un homenaje a la mezcla. Sobre el césped de Gijón acaso haya árboles enanos como los que plantó Cortázar mientras se le ocurrían las melodías que luego tarareó largamente sobre la madera hueca de una mesa que puso de cara a la pared para que no se le escapara la música.

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