Cartas al director

'Demostración' policial

Soy profesor de EGB, funcionario público de la Administración, que me dirijo a esta sección para denunciar públicamente, pues parece ser el único recurso actualmente alcanzado, por los hechos que a continuación voy a relatar y que, por dantescos y grotescos, parecen ocurridos más en un país tercermundista y no en un país moderno, avanzado, democrático y perteneciente a ese mundo occidental llamado Europa.El pasado lunes día 20 de julio, hacia las 23.15, me dirigía en busca de la farmacia de guardia, cuando, a la altura de la calle Las Bocas, me crucé con dos policías nacionales en esa zona cén...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Soy profesor de EGB, funcionario público de la Administración, que me dirijo a esta sección para denunciar públicamente, pues parece ser el único recurso actualmente alcanzado, por los hechos que a continuación voy a relatar y que, por dantescos y grotescos, parecen ocurridos más en un país tercermundista y no en un país moderno, avanzado, democrático y perteneciente a ese mundo occidental llamado Europa.El pasado lunes día 20 de julio, hacia las 23.15, me dirigía en busca de la farmacia de guardia, cuando, a la altura de la calle Las Bocas, me crucé con dos policías nacionales en esa zona céntrica.

Cual no fue mi sorpresa al oír que una de estas dos personas, si es que merecen tal calificación, se me dirigió de forma prepotente ("¡Eh, tú! ¡Ven aquí! ¡Sí, tú; he dicho que vengas aquí inmediatamente!"). Y de esta manera dio comienzo una escena que duró aproximadamente unos 20 minutos, para. mí difícil de olvidar durante bastante tiempo. A partir de ese momento, fui objeto de todo tipo de preguntas, muchas de ellas que nada tenían que ver con una identificación normal, la mayoría de ellas en tono ofensivo y de forma violenta y avasalladora. Me hicieron desplegar y desparramar por el suelo todos los papeles y objetos personales que llevaba encima, cacheado públicamente de cara a un comercio con la mayor impunidad, e incluso llegaron a amenazarme repetidas veces ("¡Y, a partir de ahora, señor Julián, ten mucho cuidado, que sabemos tu nombre y conocemos tu cara.!"). Evidentemente, yo no tengo ningún motivo para ocultar ni mi rostro ni mi identificación, y mi error fue no haber sabido actuar serenamente en esos momentos y haberles pedido sus números de identificación policial para haberlos denunciado junto con esta carta.

Finalmente, cuando comprobaron que todo era correcto y que no había ningún motivo evidente para detenerme, no conformándose con el numerito anteriormente relatado, se despidieron de la siguiente manera: "íY, ahora, vete de aquí! ¡Vete a tu casa, que tú no vas a la farmacia de guardia ni nada! ¡Esta noche estamos de guardia por el centro nosotros y, como te volvamos a ver por aquí, te vas a enterarl ¡Así que, vete de aquí y a partir de ahora ten mucho cuidado con nosotros!".

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Evidentemente, ante tales amenazas, y sin poder dar crédito a lo que había ocurrido, con un sentimiento de impotencia, indignación y desamparo ante unos representantes de lo que se supone una institución de protección de los ciudadanos, me marché conteniendo la rabia y con ganas de responder de igual forma.

Ahora, más sereno y con el único derecho que espero realmente me quede, denuncio públicamente ante los organismos competentes este suceso relatado y pregunto en voz alta para, quien pueda, que responda:

¿Realmente unos funcionarios públicos, sufragados con el dinero de todos -ironía de la vida- pueden avasallar de esa manera a cualquier persona que camina tranquilamente por la calle?

¿Realmente les pertenece la calle a esos representantes de un colectivo que se supone que está para asistir y proteger a los ciudadanos, como para hacer ese tipo de actuación de forma tan notoria y con todo tipo de connivencia legal?

Efectivamente, muy poco debe haber cambiado en esa institución pública que dice estar al servicio de los ciudadanos cuando sus representantes se permiten el lujo de hacer ese tipo de demostración en plena calle y sin recato alguno; con el consiguiente daño hacia la imagen pública y el allanamiento de la intimidad personal, ambos, derechos recogidos en nuestra Constitución.

Espero que esta carta no caiga en saco roto, ya que ha quedado en entredicho la credibilidad de toda esa institución y que, por lo menos, a otras personas que ¡es ocurra lo mismo sepan cómo actuar: pedirles inmediatamente, pues tienen obligación de darlos, sus, números de identificación policial y denunciarlos ante el juzgado de guardia o comisaría.- Julián Ortiz.

Archivado En