Cartas al director

Hijos de la tortuga

Yo, que creía que sólo nuestros antepasados escribían manifiestos, me encuentro ante El manifiesto de mi generación, de David Leavitt; pensé que el tema no pasaría de ahí, pero, hete aquí que no me cato, que aparece a la semana siguiente el texto de Manuel Rivas Los hijos de la tortuga. El artículo del primero me sorprendió por la afinidad de pensamiento, mientras que el texto de Rivas se me perdía en ironías herméticas. Lo siento, pero no encuentro el referente exacto para descifrar el símbolo del bonsai, ni tampoco de los hijos de la tortuga que dan título al artí...

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Yo, que creía que sólo nuestros antepasados escribían manifiestos, me encuentro ante El manifiesto de mi generación, de David Leavitt; pensé que el tema no pasaría de ahí, pero, hete aquí que no me cato, que aparece a la semana siguiente el texto de Manuel Rivas Los hijos de la tortuga. El artículo del primero me sorprendió por la afinidad de pensamiento, mientras que el texto de Rivas se me perdía en ironías herméticas. Lo siento, pero no encuentro el referente exacto para descifrar el símbolo del bonsai, ni tampoco de los hijos de la tortuga que dan título al artículo. Me pregunto si realmente se pretende que nos identifiquemos/ creamos que somos esa-cosa-definida bajo la égida protectora de la clasificación, o quizá que,como ya tenemos nombre, ya somos algo. No, vayamos a lo práctico y dejemos de miarnos el ombligo.Veamos una diferencia básica entre Leavitt y Rivas: Leavitt j amás pronuncia en su texto un "se nos ha dicho: ( ... )", frecuente en el artículo de Rivas.. ¿Acaso Spain ¡s different? No, rotundamente no, porque si alguien pretendió imbuirnos algo aquí, en nuestro país y a nuestra generación, no le hicimos caso, lo característico es/era la resistencia pacífica, el aclimatamiento subversivo. No prestamos nuestros oídos a consejos vacuos porque así le ha ido a quien los daba (¿por qué no fueron llevados antes a la práctica por aquellos que los prodigabany los prodigan?). Nosotros, para nuestra suerte o nuestra desgracia, confiamos, como afirma Leavitt, "en nosotros mismos y en el dinero". Somos conscientes de nuestra soledad en compañía, del vacío que nos rodea y de nuestro vacío. Aunque nos preocupe relativamente, no nos absorbe: es irremediable. -

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