Tribuna:

Nivel

¿Existen en España mendigas de ojos azules? ¿Puede un pordiosero castellano ser tan guapo como un galán neoyorquino? En este país la pobreza ha dado un salto cualitativo. Muchachas rubias de extrema belleza y jóvenes pálidos cuya decrépita elegancia cumple ya los más exigentes cánones de la posmodernidad alargan el brazo en la acera pidiendo limosna. No son drogadictos que suplican una dosis en nombre del Señor ni pequeñas rameras en busca de redención por medio de la caridad, sino pobres galdosianos de siempre que han adopta do el diseño del Mercado Común.Ayer iba yo por la calle pensa...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

¿Existen en España mendigas de ojos azules? ¿Puede un pordiosero castellano ser tan guapo como un galán neoyorquino? En este país la pobreza ha dado un salto cualitativo. Muchachas rubias de extrema belleza y jóvenes pálidos cuya decrépita elegancia cumple ya los más exigentes cánones de la posmodernidad alargan el brazo en la acera pidiendo limosna. No son drogadictos que suplican una dosis en nombre del Señor ni pequeñas rameras en busca de redención por medio de la caridad, sino pobres galdosianos de siempre que han adopta do el diseño del Mercado Común.Ayer iba yo por la calle pensando en la diferencia insalvable que nos separa de Europa. Recordaba el estallido de estudiantes del mayo francés. Entonces en París reinaba Dany el Rojo y hoy en Madrid impera Juan el Cojo. Este tipo frenético con pata de palo, llamado Manteca, ha hecho el papel de Cohn-Bendit en la pasada revuelta escolar, la cual ni siquiera ha producido frases hermosas. La revolución de mayo llenó las paredes del Odeón con una bellísima e inútil filosofía de alquitrán. La imaginación, al poder. Prohibido prohibir. Sé realista: pide lo imposible. Pero Juan el Cojo, en la chupa de cuero, sólo llevaba estampada esta inscripción: "Mata curas y verás el cielo". Ahora semejante ejemplar de la raza ha reaparecido en Jerez con la muleta enarbolada al mando de una cuadrilla de seis desesperados. La policía que los ha trincado se ha tenido que desinfectar el furgón.

Ayer iba yo por la calle imaginando que nuestro país nunca alcanzaría un grado de estética europeo en la revolución o en la miseria, y de pronto vi en la acera a una mendiga de ojos azules, esbelta, hermosa y vencida, acompañada de un galán pordiosero cuyos andrajos los hubiera firmado cualquier artista posnovísimo. Ambos tendían la mano con suma distinción y su belleza me hizo estremecer, tal vez me causó un poco de pánico. Habían transformado la súplica en una navaja. Pensé que con pobres de tanta clase Europa estaba ya a nuestro alcance.

Sobre la firma

Archivado En