Cartas al director

La directora soviética

La noticia por la que nos enteramos de que la célebre bailarina soviética Maïa Plissetskala ha sido contratada por José Manuel Garrido, director del INAEM, para dirigir el Ballet Nacional de España, me deja perplejo. Y digo perplejo porque es éste el único sentimiento que puede provocar el que los responsables de las cosas culturales en nuestro país se hayan creído obligados a contratar para estos menesteres a una persona foránea, cuando es bien sabido que existe un cierto número de profesionales españoles que podrían y pueden dirigir de forma eficaz nuestro primer y único ballet nacional. Sin...

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La noticia por la que nos enteramos de que la célebre bailarina soviética Maïa Plissetskala ha sido contratada por José Manuel Garrido, director del INAEM, para dirigir el Ballet Nacional de España, me deja perplejo. Y digo perplejo porque es éste el único sentimiento que puede provocar el que los responsables de las cosas culturales en nuestro país se hayan creído obligados a contratar para estos menesteres a una persona foránea, cuando es bien sabido que existe un cierto número de profesionales españoles que podrían y pueden dirigir de forma eficaz nuestro primer y único ballet nacional. Sin que con esta afirmación quiera menoscabar las virtudes de la gran artista soviética Plissetskaia, de quien me considero uno más entre la legión de admiradores. de sus facultades, no dejo por el o de afirmar contundentemente que sus méritos son reconocidos más bien, en el terreno de la danza clásica, como intérprete, y no como coreógrafa o directora de compañía.Otro motivo de perplejidad para mí es el hecho de que a la señora Plissetskaia se le abone, según parece, la cantidad de 910.000 pesetas en concepto de sueldo mensual, más los gastos de alojamiento, más 1.300.000 pesetas cada vez que monte una coreografia.

Frecuentemente, y durante los últimos años, se ha criticado en nuestro país que la estructura proteccionista estatal de la danza dejaba mucho que desear, en cuanto al aliento (moral y económico) de los futuros bailarines y coreógrafos, españoles. Se ha proclamado a los cuatro vientos que el único futuro profesional y salida para esos artistas (en ciernes o consagrados) consistía en la emigración a otras compañías extranjeras.

Por otra parte, cuando despunta algún bailarín, como es el caso de las dos jóvenes promesas del Ballet Nacional, Antonio Castilla y Arantxa Argüelles, se lanzan las campanas al vuelo y se les envía a competir en festivales y concursos en el extranjero, como en un afán de mostrar al mundo cuán elevado es el nivel de la danza en España.-

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