Tribuna:

Novias

El Papa vuelve a tener dudas sobre el día en que nació Cristo, Alfonso Guerra vuelve a dudar de que la Alcaldía de Madrid/Tierno vuelva a ser socialista y las novias tornan a casarse por la Iglesia y de blanco. Quizá hemos dejado atrás para siempre los tiempos tan remotos - 1986- de las verdades absolutas y las desmítificaciones de parroquia. Quizá hemos entrado en un tiempo de postrimerías con todas las verdades al desnudo y todas las novias vestidas como para casarse en Los Jerónimos. Lo que pasa es que la blancura ya no connota virginidad radiante, pero esta descodificación de lo blanco dat...

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El Papa vuelve a tener dudas sobre el día en que nació Cristo, Alfonso Guerra vuelve a dudar de que la Alcaldía de Madrid/Tierno vuelva a ser socialista y las novias tornan a casarse por la Iglesia y de blanco. Quizá hemos dejado atrás para siempre los tiempos tan remotos - 1986- de las verdades absolutas y las desmítificaciones de parroquia. Quizá hemos entrado en un tiempo de postrimerías con todas las verdades al desnudo y todas las novias vestidas como para casarse en Los Jerónimos. Lo que pasa es que la blancura ya no connota virginidad radiante, pero esta descodificación de lo blanco data de antes del Concilio y es todo un síntoma de eso que en provincias llaman la postmodernidad: es decir, la disyunción entre significado y significante, el abandono de los totems y tabúes de la tribu vaticana (o pentagonal o lo que sea), para optar comedida/descomedidamente por el tul ilusión, los guantes blancos cortaditos por la muñeca, el satén que transparenta la combi y las dulces callosidades de seda que disimulan/destacan el pecho (ya no tan inocente, ay) de la que va a contraer.Dentro de este juego/87, juego de la verdad que ha empezado por proponernos el Papa, con su confesa empanada sobre el nacimiento de Cristo, parece que vamos a estar todos como un poco más distraídos que en el nefasto/nefando 86, y no sólo por el juego de la verdad, sino porque la verdad como juego es lo último que nos queda a los viejos postnovísimos, de vuelta de la verdad como valor, de la verdad como seriedad o, lo que es peor, de la seriedad como verdad. Alfonso Guerra parece que se ha cansado de jugar a la seriedad/seguridad, y se permite el respiro, hombre, de manifestar temor por una vez en su vida, el temor de perder en parte las municipales. Personalmente, uno prefiere los inteligentes dubitativos a los Rambos intelectuales, de modo que si el Papa y Guerra -¿se habrán puesto de acuerdo?- coinciden en exhibir sus perplejidades o engalanarse con ellas, puede que hasta Reagan confiese en el Irangate y se case en San Patricio -de blanco, I supouse- con su buen amigo Kashogui. Puesto que el ajuar níveo ya no es rito de pureza, sino eterno retorno a una estética puritana sin puritanismo, el Papa y nuestras novias de barrio y neogynona pueden vestir la gala por un día. Los políticos y los Papas empiezan el año de sinceros, y nuestras novias no lo empiezan de incorruptas porque para postnovísimas les coge ya, oyes, un poco tarde. Y un poco zurradas. Cuando entonces, que todos íbamos de troskos, el traje de novia nos parecía cursi, el Papa nos parecía cursi, que siempre era como si se fuese a casar con una monja, y todo nos parecía cursi, salvo los calabozos de Gobernación. Cuando a lo cursi empezamos a llamarlo camp, ya estábamos perdidos. Es que andábamos con la de sterritorializ ación del partido y otras mariconadas. Por la boca muere el pez rojo. Pero conseguimos que las novias y los obispos lumpen, como Iniesta (que ahora anda por otras vicarías), se vistieran de paisano. Hicimos la revolución contra las, sastras, contra los banquetes y contra las tiendas de novias de la calle Fuencarral, que son tan bonitas. El blanco había sido blanco de virgen, como el rojo ladrillo había sido rojo/Marcelino, pero he aquí que bajo el tul ilusión (qué desilusión) nunca hubo once mil vírgenes y que Marcelino tenía un contencioso con Santiago a nivel de Comité Central. Desde que nos casamos con el Psoe por la iglesia y con diez millones de testigos, hemos descubierto que el Psoe no era virgen y mucho menos mártir, pues que Guerra no parece dispuesto a inmolar a nadie, salvo Barranco, ante Álvarez del Manzano. Y para mayor cornomusa resulta que los nuevos trajes de novia son de alquiler y por quince mil pesetas puede vestir una señorita que ya no es virgen el uniforme virginal de otra que tampoco lo fue jamás. ¿Se alquilan asimismo los trajes de demócrata, de socialista, de liberal, de rojo, de socialdemócrata, los trajes tipo grupo mixto? Somos una democracia de Cornejo que ni siquiera pretende engañar a nadie, salvo los cinco minutos de jurar el cargo o jurar amor eterno cuando tanto escasea ya la eternidad. Y el amor.

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