'Legales', pero menos

Las presuntas 'etarras' Teresa Rojo y Cristina Arrizabalaga mantenían una vida de topo

Las presuntas miembros del comando Madrid de la organización terrorista ETA Militar María Teresa Rojo Paniego y Cristina Arrizabalaga Váilquez desarrollaban una vida de topo, lo que. ha extrañado en medios de los servicios de información, por entender que al ser consideradas como miembros legales -no fichadas por la policía-, mantendrían unos hábitos sociales, de trabajo, estudio y vecindad más acordes con lo que se juzga habitual. Las dos mujeres, consideradas, en círculos próximos a ellas, íntimas amigas, apenas abandonaban el domicilio donde vivían en Madrid, situado en la calle del Río Ull...

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Las presuntas miembros del comando Madrid de la organización terrorista ETA Militar María Teresa Rojo Paniego y Cristina Arrizabalaga Váilquez desarrollaban una vida de topo, lo que. ha extrañado en medios de los servicios de información, por entender que al ser consideradas como miembros legales -no fichadas por la policía-, mantendrían unos hábitos sociales, de trabajo, estudio y vecindad más acordes con lo que se juzga habitual. Las dos mujeres, consideradas, en círculos próximos a ellas, íntimas amigas, apenas abandonaban el domicilio donde vivían en Madrid, situado en la calle del Río Ulla, salvo para labores de búsqueda de información de objetivos de la organización, según fuentes policiales.

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María Teresa Rojo y Cristina Arrizabalaga llegaron a Madrid hace año y medio, bajo la apariencia de realizar estudios en la capital de España. Sin,embargo, la policía aún no tiene comprobado si efectivamente desarrollaban alguna actividad estudiantil ,en Madrid, según informó ayer la Seguridad del Estado. María Teresa Rojo, cuya condición de residente vasca en Madrid fue la clave para la desarticulación de todo el grupo, pojee un documento nacional de identidad en el cual se indica como profesión la de estudiante. Las primeras informaciones sobre las actividades de esta presunta etarra en Madrid la situaban como estudiante en la facultad de Medicina de la universidad Autónoma, lo que ha sido negado por la propia facultad. Según datos del centro de cálculo de esta universidad, ninguna María Teresa Rojo Paniego aparece matriculada en ningún curso de ninguna facultad en los dos últimos años.Cristina Arrizabalaga, por su parte, había asegurado a amigos y conocidos suyos de San Sebastián que su traslado a Madrid se, debía a la realización de estudios de peluquería, e incluso, últimamente, comentó que sólo le restaban tres meses para finalizar el curso. Cristina, también conocida como Kitti, había realizado prácticas de peluquería en un negocio de un familiar suyo en San Sebastián. Este periódico ha consultado telefónicamente con las academias de peluquería acreditadas en Madrid y en ninguna aparece como estudiante. Fuentes policiales consideraban probable, a la espera de-nuevos datos obtenidos tras los interrogatorios, que las dos supuestas legales no efectuasen estudio alguno.

Las antiguas compañeras de Cristina en el colegio Montpellier, del barrio de El Antiguo, de San Sebastián, en el que estudió hasta cuarto de bachillerato, la consideran como una chica tímida, introvertida y generosa, que regalaba con alguna frecuencua perfumes y otros objetos a sus amigas. Recuerdan, como único hecho anecdótico del paso de Cristina Arrizabalaga por el colegio, que en cierta ocasión la ahora detenida se grabço a cuchilla, en un brazo, el nombre de una de sus compañeras.

Risas sobre el'comando'

Las mismas fuentes aseguran que durante las pasadas navidades, en un bar de la calle de Matía, de San Sebastián, delante de un televisor en el se que hablaba del comando Madrid, Cristina se echó a reír cuando uno de sus vecinos bromeó con ella diciéndole: "¿Tú no vives en Madrid? Pues seguro que tú eres del comando Madrid".

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En Madrid, ambas supuestas etarras desarrollaron una vida más que discreta: pocas salidas, siempre recluidas en el piso de Río Ulla -tres dormitorios, un salón comedor, una cocina y un cuarto de baño- Sus vecinos apenas las conocían: "No armaban broncas, tan sólo se podía escuchar de vez en cuando música de fondo. No hablaban con nadie, salvo lo necesario para no mostrarse descorteses, y siempre en castellano y sin ningún deje vasco", afirma una de las vecinas, que prefiere permanecer en el anonimato.

Sus relacicines en el barrio de Cíudad Lineal se limitaban a'las pequefl as compras diarias de alimentos y útiles hogareños. Todos los comerciantes consultados aseguran que eran correctas y educadas, que compraban en cualquier día de la semana y a cualquier hora, y que nunca mantuvieron una conversación que superara la petición de lo que deseaban comprar. Bajaban a la compra ambas o por separado, pero nunca acompañadas de nadie más. Adquirían lo estrictamente necesario para dos perso nas. Entre sus apetencias destacan las gambas, las chirlas y la bollería. El vestuario mostrado por ambas fue calificado por los vecinos de "normal, como todos los jóvenes". En el armario ropero de Río Ulla, la policía encontró camisas, cazadoras, chaquetas y un abrigo de punto azul, así como chalecos, calcetines y ropa interior.

Los etarras, llevaban las cuentas al céntimo. Los cinco millones de pesetas mensuales, que según fuentes policiales la organización entregaba al comando Madrid para, su mantenimiento, se controlaban escrupulosamente, a tenor de lo encontrado en una agenda en un chalé de Moralzarzal, en los alrededores de Madrid, utilizado como un piso de seguridad y futura cárcel del pueblo. En esta agenda aparecen anotados capítulos de gastos tan insignificantes como 500 pesetas gastadas en un cine de Madrid.

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