Crítica:'CRACK STREET'

Una calle larga como el mundo

La calle Crack -Crack Street- no existe. Esa calle es, en el apurado y dramático reportaje de Dan Rather, todos los Estados Unidos. No necesitamos mucho esfuerzo para hacer la transcripción de sus personajes característicos a nuestra sociedad misma. El crack -una palabra en cuyas acepciones se unen los sentidos de explosión, de máximo, de pérdida de control de algo o alguien bajo una presión excesiva- es una nueva forma de droga: una cocaína sobrecargada que presenta un máximo de acción, una facilidad también máxima para ser asimilada y unos precios, reducidos. El reportaje no se detien...

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La calle Crack -Crack Street- no existe. Esa calle es, en el apurado y dramático reportaje de Dan Rather, todos los Estados Unidos. No necesitamos mucho esfuerzo para hacer la transcripción de sus personajes característicos a nuestra sociedad misma. El crack -una palabra en cuyas acepciones se unen los sentidos de explosión, de máximo, de pérdida de control de algo o alguien bajo una presión excesiva- es una nueva forma de droga: una cocaína sobrecargada que presenta un máximo de acción, una facilidad también máxima para ser asimilada y unos precios, reducidos. El reportaje no se detiene en ella, aunque la considera como la peor asesina, y tampoco en una clase social o de edad: alcanza desde los niños negros o hispánicos hasta los altos ejecutivos de Wall Street. Como todos estos grandes reportajes, tiende a totalizar y a presentar el problema que le centra durante dos horas casi insoportables de angustia como el más grave de una sociedad. Aun sabiendo que es una forma determinada de hacer periodismo, y que el director del programa, Dan Rather, es un gran maestro del género de dramatizar la vida, y que la sucesión rapidísima de imágenes y el montaje de éstas es un estilo deliberado, no cabe distanciarse: es, en efecto, una descomposición global de la sociedad. Tampoco nos defiende ver la última intención de su espectacularidad: contribuir a unas tomas de conciencia, adiestrarnos a todos en la lucha contra la droga, sensibilizar a las familias y a los que estén a punto de caer en la adicción. El pesimismo sobrenada, y a veces algunas palabras de médicos, de adictos, de policías, de jueces, de familiares o de funcionarios dejan la sensación del pesimismo más agudo, de que no hay solución aunque haya que seguir adelante en la pelea.La exposición deja fuera dos grandes temas que son los que más pueden, preocupar: uno, el de las razones por las que personas de tan distinta condición caen en la droga hasta perder la propia vida. De una manera subliminal se advierte que la sociedad del tipo de la de EE UU ejerce tal presión sobre sus hijos que les obliga unas veces a buscar la forma de estimularse para continuar en la vía de la concurrencia, y otras, que es un lenitivo para soportar el lugar de horror en el que se encuentran millones de personas expulsadas por la fuerza centrífuga de la organización.

El dinero de la droga

El otro aspecto soslayado es el de quiénes mueven la droga. Sabemos -aunque no lo diga el reportaje- que el dinero que mueve la droga en el mundo de hoy es equivalente al que mueve el petróleo, y sabemos también en qué manos dirigentes está el petróleo. Pero no sabemos en cuáles está la droga. Hay varios momentos en que se dice que no son los pequeños intermediarios, la burguesía de los vendedores o de los distribuidores, los verdaderos culpables.Quizá ni Dan Rather ni la CBS puedan ir más allá en su investigación. Y tampoco pueden desprenderse de una cierta mora de estilo Reagan: la culpabilización al extranjero, un cierto nacionalismo defensivo, una idea de invasión, un apelativo al regreso a las viejas normas de fe y de orgullo nacional, una sombra de sueño americano... A pesar de todo, queda latente la idea de que una forma de ser actual de la sociedad americana está en la droga: que no es algo ajeno, que no se puede considerar una división entre afectados o no afectados, de la misma manera que no se puede hablar de pobreza y riqueza como de dos cosas distintas, sino como un solo concepto elástico de la misma sociedad.

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