La invasión de los 'domingueros'

El Ayuntamiento de Buitrago es impotente para evitar el deterioro ambiental del embalse de Riosequillo

Son las dos de la tarde de un sábado y en las orillas del embalse de Riosequillo, en el término municipal de Buitrago de Lozoya, hace un calor aplastante. Desde hace tres o cuatro años en que los primeros exploradores descubrieron las excelencias del lugar, la afluencia de excursionistas de fin de semana ha ido en aumento, sin que nadie tomara medidas para reglamentar la estancia de las 3.000 o 4.000 personas que hoy lo invaden. La orilla del embalse presenta un aspecto sucio: basura diseminada, tiendas de campaña y vehículos aparcados en cualquier sitio y contaminación del embalse, hasta el ...

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Son las dos de la tarde de un sábado y en las orillas del embalse de Riosequillo, en el término municipal de Buitrago de Lozoya, hace un calor aplastante. Desde hace tres o cuatro años en que los primeros exploradores descubrieron las excelencias del lugar, la afluencia de excursionistas de fin de semana ha ido en aumento, sin que nadie tomara medidas para reglamentar la estancia de las 3.000 o 4.000 personas que hoy lo invaden. La orilla del embalse presenta un aspecto sucio: basura diseminada, tiendas de campaña y vehículos aparcados en cualquier sitio y contaminación del embalse, hasta el punto que los vecinos deben ir a otros pueblos a buscar agua libre de sospecha.

Una familia que acaba de llegar se ocupa en instalar una enorme tienda de campaña. Una caravana casi ininterrumpida de coches y motos todo terreno avanza por el camino de tierra que parte de la salida de Buitrago hasta el embalse. Un hombre salta la valla de piedras que: delimita las fincas particulares, vallas que aparecen derribadas por varios sitios y que se han convertido en urinarios forzosos ante la falta absoluta de servicios sanitarios. Otras familias se disponen a comer. Luego utilizarán las aguas del embalse para lavar los cacharros de cocina, incluso la ropa sucia de los niños, sin olvidar los desaprensivos que aprovechan un rato de ocio para lavar el coche. A escasos metros de las tiendas se observan enormes montones de basura, producto de apenas dos o tres fines de semana. A mitad de temporada, los basureros improvisados se: han cuadriaplicado y se convierten en una amenaza contra la propia salud de sus creadores. El viento ha desperdigado las bolsas de plástico, que aparecen enganchadas en los matorrales. Nada de esto impide que los excursionistas tomen el sol al lado de sus vehículos, detenidos en la misma orilla del embalse, se bañen o practiquen deportes acuáticos.

Los excursionistas, posiblemente, no son conscientes de que los aproximadamente 5.000 habitantes, que Buitrago tiene en verano beben el agua del embalse directamente, sin potabilizar -el Canal está, construyendo ahora una planta potabilizadora, aunque no se cree que pueda entrar en servicio este verano Tampoco saben que hace apenas un mes que el médico local advirtió, después de analizar el agua del colegio comarcal, que el líquido estaba contaminado y que durante unos días el Ayuntamiento recomendó consumir sólo agua embotellada.

Bernardo Varona e Ignacio Herrera, alcalde y concejal de Urbanismo y, Medio Ambiente de la localidad, contemplan preocupados los juegos de los veraneantes domingueros. El Ayuntamiento, con un presupuesto anual de 19 millones de pesetas, no tiene medios económicos ni humanos para hacer frente al caos y a los daños que al medio ambiente causan los madrileños deseosos de refrescarse, y hasta ahora no han servido de gran cosa las llamadas de atención lanzadas a la Comunidad de Madrid.

"El Ayuntamiento es impotente para poner orden en este caos", explica Bernardo Varona. "Porque", añade Ignacio Herrera y el alcalde asiente, "no se trata de que la gente no venga a bañarse y disfrutar de la naturaleza. Es perfectamente lógico que los madrileños huyan del calor insano de la ciudad los fines de semana. Lo que necesitamos es que la Comunidad de Madrid se decida a actuar". Sí, porque, como insiste el alcalde, el Ayuntamiento está entre dos fuegos. Por un lado, no puede ni quiere limitar el derecho de los veraneantes a disfrutar de la naturaleza, y por otro, no puede ignorar las continuas cartas y quejas verbales de los vecinos de Buitrago, que, desconocedores de la maraña burocrática y la división de competencias, responsabilizan a la corporación de los estragos originados por los primeros.

Zona de acampada

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El Ayuntamiento pidió a la consejería de Gobernación la instalación de contenedores para evitar al menos la visión de la basura desperdigada. La consejería, afirmó el alcalde, tomó el tema con mucho interés. "En pocos días nos informaron que nos enviarían cuatro o cinco contenedores". "Pero luego el tema pasó a la dirección de Medio Ambiente, y más tarde nos dijeron que había que contar con el Canal de Isabel II, propietario de las márgenes del embalse, y ahora, después de 10 meses de gestiones aún los estamos esperando".Para el Ayuntamiento, la solución real es que la Comunidad reglamente la zona como un lugar de acampada, dotada de unos servicios mínimos: reservar un terreno aledaño como aparcamiento, instalar servicios higiénicos, un fregadero para las faenas domésticas y unos contenedores para las basuras -esta iniciativa podría enmarcarse dentro de la ley de ayudas para áreas de montaña, que prevé precisamente el fomento, controlado, del turismo interior- El Ayuntamiento o la Comunidad, o ambos, se encargarían de la vigilancia en el cumplimiento de las normas de convivencia que se establecieran, e incluso podría cobrarse una cuota de acampada, pequeña, pero que, dado el número de visitantes en la temporada veraniega, podría financiar el mantenimiento de las instalaciones. "Eso estaría muy bien", sueña el concejal, mientras aparta su coche a un lado del camino de tierra para dejar paso a otro grupo de domingueros.

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