Tribuna:

"El temps"

El temps en castellano quiere decir "el tiempo", como algunos de mis lectores, despiertos para los idiomas, habrán entendido desde el primer momento. Éste es el título que encabeza una revista valenciana que alcanza el centenariado (¿o será el centenariato, mí querido militar tumbado en la jaima?) por estas fechas y que representa un difícil modelo de precaria. supervivencia en tiempos de crisis para las publicaciones -o medios de comunicación en general- que no viven del presupuesto general del Estado o del hobby de un lobby.Redactada en catalán, en Valencia...

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El temps en castellano quiere decir "el tiempo", como algunos de mis lectores, despiertos para los idiomas, habrán entendido desde el primer momento. Éste es el título que encabeza una revista valenciana que alcanza el centenariado (¿o será el centenariato, mí querido militar tumbado en la jaima?) por estas fechas y que representa un difícil modelo de precaria. supervivencia en tiempos de crisis para las publicaciones -o medios de comunicación en general- que no viven del presupuesto general del Estado o del hobby de un lobby.Redactada en catalán, en Valencia sobrevive gracias a una audiencia respetable y a la voluntad de sobrevivir. Poca publicidad arrima su sardina a este tipo de ascuas, y por tanto publicaciones así suelen necesitar publicidad institucional. El Temps es una revista muy crítica del poder valenciano -es posible que incluso obsesivamente crítica. del poder valenciano-, y ha visto cómo ese poder le retiraba toda la publicidad institucional para rendirla por hambre. Se trata de un caso de apropiación indebida de fondos públicos destinados a conservar la pluralidad informativa social, que deberían estar destinados a hacer posible una comunicación democrática.

Que un partido atacado se revuelva mediatizando fondos institucionales, es decir, públicos, para asfixiar a la publicación crítica quiere decir que no tiene buenos pensamientos democráticos y que se deja llevar por un primitivismo partidario difícil de entender en unos muchachos que leían a Camus, Malraux, Merleau Ponty, etcétera, cuando eran adolescentes sensibles al reclamo de la moral de la historia. Los partidos atacados tienen todos los derechos a defenderse menos uno: utilizar la presión institucional para asfixiar a quien les ataca, y mucho más cuando está en juego ese frágil sistema ecológico de la pluralidad informativa española, arrasada por las leyes del mercado y por la desfachatez repetida de los medios estatales zafiamente convertidos en medios gubernamentales.

¡Peligroso tiempo decantado a la uniformidad el que vivimos! Del tiempo de la uniformidad pasaríamos muy fácilmente al tiempo del silencio.

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