Cartas al director

Rodríguez Hermida y Varón Cobos

Me dirijo abrumado por la rabia y la vergüenza en relación con la sentencia de la Sala 2ª del Tribunal Supremo que absuelve a los magistrados Rodríguez Hermida y Varón Cobos del delito de prevaricación del que les acusaba el Ministerio Fiscal. Y cuarldo digo vergüenza no me refiero a eso que se suele llamar vergüenza ajena. En este caso se trata de la vergüenza propia, porque yo soy también magistrado y no pueden por ello resultarme ajenas las actuaciones de un colectivo al que en definitiva pertenezco y en el que estoy integrado.Ya en su momento me causo una profunda extrañeza, teniendo conoc...

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Me dirijo abrumado por la rabia y la vergüenza en relación con la sentencia de la Sala 2ª del Tribunal Supremo que absuelve a los magistrados Rodríguez Hermida y Varón Cobos del delito de prevaricación del que les acusaba el Ministerio Fiscal. Y cuarldo digo vergüenza no me refiero a eso que se suele llamar vergüenza ajena. En este caso se trata de la vergüenza propia, porque yo soy también magistrado y no pueden por ello resultarme ajenas las actuaciones de un colectivo al que en definitiva pertenezco y en el que estoy integrado.Ya en su momento me causo una profunda extrañeza, teniendo conocimiento como lo tenía de unos hechos profusamente aireados por toda la prensa del país, que esa Sala del Tribunal Supremo hubiese procesado tan sólo por el delito de prevaricación y no también por el de cohecho, como solicitaba el Ministerio Fiscal. Mas, a pesar de todo, y no obstante los frecuentes casos de resoluciones inadmisibles que desgraciadamente se producen -ahí está, pára poner un solo ejemplo, la reciente sentencia sobre el caso Ballesteros, que entroniza una auténtica "sinrazón de Estado"-, no podía suponer que en este asunto pudiera llegarse nada menos que a una sentencia absolutoria.

Ya resulta increíble que en un asunto de esta naturaleza pueda el tribunal ser presidido por un magistrado -¡antiguo presidente del

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Tribunal de Orden Público!- que se va a jubilar al día siguiente. Pero, en fin, otros dos magistrados cuya jubilación no se hallaba tan próxima han contribuido también a la formación de esa mayoría de tres miembros que ha permitido el fallo absolutorio.

La sentencia -la mayoritaria- admite que la libertad provisional del mafioso Bardellino fue decretada por uno de los procesados atendiendo el ruego que en tal sentido le hizo el otro, a quien a su vez se lo había interesado una procesada con la que tenía relaciones de amistad muy estrechas. Sin embargo, a pesar de este reconocimiento, y sobre la base de omitir toda referencia -en un alarde de prestidigitación judicial- a hechos igualmente inexcusables (que naturalmente se redogen, y con todo detalle, en el voto relervado de los dos magistrados disidentes), llega a la absurda consecuencia de que la córicesión de la libertad provisional fue legal y correcta. Y que si ese procesado no cometió ningún delito tampoco pudieron cometerlo los otros, que no tenían en sus manos la decisión sobre aquella libertad.

Yo sólo quiero decir que una resolución así me avergüenza profundamente, como miembro que soy de la carrera judicial. Y, por supuesto, como ciudadano. Y que espero, por ello, que por quien puede hacerlo -y aludo, naturalmente, al Consejo General del Poder Judicial- se adopten las medidas necesarias, ya que tan pocas verdaderamente serias se han tomado hasta ahora para que el pueblo pueda tener confianza en la justicia.- Magistrado.

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