Cartas al director

Americano impasible

Me ha gustado mucho el artículo del licenciado Vargas (denominación que empleo conscientemente para discriminarlo del autor de Conversaciones en la catedral, al que admiro profundamente como escritor) del pasado domingo (13 de abril), en el que explica, de una vez por todas, por qué los incas perdieron su imperio de un arcabuzazo. Resulta que los indígenas andinos, eran hormiguitas prosoviéticas (perdón por la terminología diacrónica) que no habían descubierto todavía su condición de individuos; sólo eran una especie de almohadones con patas en los que se podía leer "Viva mi dueño" o "S...

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Me ha gustado mucho el artículo del licenciado Vargas (denominación que empleo conscientemente para discriminarlo del autor de Conversaciones en la catedral, al que admiro profundamente como escritor) del pasado domingo (13 de abril), en el que explica, de una vez por todas, por qué los incas perdieron su imperio de un arcabuzazo. Resulta que los indígenas andinos, eran hormiguitas prosoviéticas (perdón por la terminología diacrónica) que no habían descubierto todavía su condición de individuos; sólo eran una especie de almohadones con patas en los que se podía leer "Viva mi dueño" o "Soy de Atahualpa". Por el contrario, los conquistadores españoles eran espadachines protoneoliberales, no tan imbatibles por sus obvias intenciones agresoras , su fanatismo religioso-colonialista o su rudimentaria, pero suficiente, tecnología de la pólvora como por su neta condición de individuos.Como todo el mundo,que de chiquitín ha ido al cine o ha leído tebeos sabe, siempre ganan los buenos individuos (Flash Gordon, Reagan, Vargas Llosal Rambo o cualquier americano impasible) a las masas de no individuos pertenecientes, en cuerpo y alma, a los peligrosos Estados igualitarios (el imperio inca, el peligro amarillo, las fanáticas masas islámicas libias, etcétera). Hay muchas moralejas en las tesis de Vargas Llosa; una de las menos evidentes es que, si se gusta de viajar, nada mejor que ser un individuo, porque resulta cuando menos curioso que en todos los casos sea el individuo liberador el que deba desplazarse, a menudo a grandes distancias, para cumplir su ineludible, aunque cruenta, tarea-

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