Cinco menores organizan un motín y escapan del reformatorio a punta de tenedor

Cinco jóvenes menores de 16 años consiguieron fugarse el viernes por la noche de la Residencia Nacional Socioterapéutica (Renasco), situada en el barrio madrileño de Carabanchel, tras organizar un motín en el comedor y amenazar a los educadores con tenedores. Dos de ellos fueron detenidos esa misma noche por la policía. Los tres restantes fueron convencidos por un grupo de personas de que era una locura su plan de volver a asaltar el centro para liberar a otro compañero. "Cualquier cosa es mejor que estar allí dentro", dijeron a este periódico los tres menores para justificar su fuga.

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Cinco jóvenes menores de 16 años consiguieron fugarse el viernes por la noche de la Residencia Nacional Socioterapéutica (Renasco), situada en el barrio madrileño de Carabanchel, tras organizar un motín en el comedor y amenazar a los educadores con tenedores. Dos de ellos fueron detenidos esa misma noche por la policía. Los tres restantes fueron convencidos por un grupo de personas de que era una locura su plan de volver a asaltar el centro para liberar a otro compañero. "Cualquier cosa es mejor que estar allí dentro", dijeron a este periódico los tres menores para justificar su fuga.

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Los menores J. M. B., L. S. F. y J. Q. L., todos de 15 años de edad, consiguieron el pasado viernes escaparse del Renasco, situado cerca de la prisión provincial de Carabanchel, al que califican simplemente como una cárcel de máxima seguridad para menores peligrosos. Los tres son y tienen la apariencia de adolescentes un tanto ingenuos, que no se explican muy bien las cosas que les han ocurrido desde su infancia y las cuentan sin darles importancia.El primero de ellos se ha escapado seis veces del reformatorio; el segundo, 13, y el tercero, el más aniñado, tres. Todos se han chinao (causarse autolesiones para lograr salir al hospital) alguna vez. J. Q. L. había ingresado de nuevo el miércoles y, como todos los que entran, independientemente del estado físico o psíquico en que lo hagan, pasó 48 horas en una celda de aislamiento. Él y sus seis hermanos han estado o están enganchados a la heroína. El viernes los otros compañeros le contaron el plan de fuga, y se sumó inmediatamente.

"El motín", cuenta J. M. B., un chico rubio y sonriente, "fue como las películas, una verdadera batalla. A la hora de la cena ocultamos los tenedores dentro del plato de sopa. Por sorpresa, nos acercamos a varios educadores y les pusimos los tenedores en el cuello. Vaya la que se armó. Los demás chavales empezaron a armar bronca. Corrimos hacia la residencia, y allí cogimos a una señorita. Uno de los educadores pinchó con otro tenedor a un chaval, pero se revolvió y le pegó un cabezazo. Nos cerraron las puertas, pero empezamos a contar hasta 10, como si fuéramos a matarlos, y nos abrieron. La verdad es que si llegamos a 10 y no pasa nada, no sabemos qué hubiéramos hecho".

A dos de los fugados les atrapó la policía horas después. Los otros tres contactaron con un grupo de personas que se mostraron dispuestas a darles asilo.

Los tres abominan del régimen de vida que les obligan a llevar en el Renasco, e insisten en que presuntos educadores y presuntos educandos forman dos mundos aparte, cada uno amenazador para el otro. Cuentan sus estancias en la celda de aislamiento -conocida como el submarino, donde uno de ellos, el aniñado, intentó suicidarse ahorcándose con los cordones de sus zapatos y estuvo a punto de conseguirlo-, la constante presión de sus educadores, la necesidad de fingir que te gusta asistir a las clases de historia o matemáticas, lavarse las manos antes de comer, tratar a los otros menores correctamente -llamarles colegas está penalizado por ser una expresión incorrecta-, todo ello para sumar puntos e ir salvando escalones para acceder al régimen de residencia.

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"Estar en residencia interesa, porque puedes salir por las tardes. Así tienes tiempo para buscarte la vida, robando, por lo general. Los educadores se creen que los que están en residencia ya son casi buenos chicos". Otro opina que no se lo creen, pero que qué van a hacer.

"Cuando ya no nos controlamos nos inyectan valium o nos ponen la camisa de fuerza y nos llevan al Hospital Psiquiátrico o la clínica del doctor León. Nos dicen que estamos locos. Yo sé que no, pero a lo mejor quieren que nos lo creamos".

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