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Vuelvo de viajes por Suecia y Alemania, donde he hablado de nueva literatura española, y no sólo de la mía, como hacen otros En casi todas las universidades he encontrado un esfuerzo hispanista desasistido y ese clisé extendido urbi et orbi según el cual la literatura española la inventa Cervantes y dura hasta el fusilamiento de García Lorca. Después de aquel desdichado acto de canibalismo, casi nada: una larga noche franquista apenas zigzagueante iluminada por la linterna con que Juan Goytisolo iba buscando el fantasma de Blanco White.Creo que urge un replanteamiento de nuestra memoria...

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Vuelvo de viajes por Suecia y Alemania, donde he hablado de nueva literatura española, y no sólo de la mía, como hacen otros En casi todas las universidades he encontrado un esfuerzo hispanista desasistido y ese clisé extendido urbi et orbi según el cual la literatura española la inventa Cervantes y dura hasta el fusilamiento de García Lorca. Después de aquel desdichado acto de canibalismo, casi nada: una larga noche franquista apenas zigzagueante iluminada por la linterna con que Juan Goytisolo iba buscando el fantasma de Blanco White.Creo que urge un replanteamiento de nuestra memoria literaria que contemple lo escrito en España entre 1939 y los 40 años que le cuelgan como el resultado de un difícil forcejeo entre cultura victoriosa militarizada y reconstrucción cultural a cargo de la sociedad civil. A pesar del poder de la cultura oficial y del Estado totalitario, toda sociedad tiende a escribir la literatura que necesita leer y por eso en la España triunfal del régimen milenario apareció un rosario de excepciones estéticas que conducen a la normalizada pluralidad de la actualidad. Desde La familia de Pascual Duarte hasta las selecciones nacionales de escritores que se tejen y destejen entre Conte y Suñén, sean del equipo A como del equipo promesas, hay un largo camino de recuperación del gusto libre en la sociedad libre, de la libertad de escribir y de la libertad de leer.

Disponemos de una literatura en la que no cabe nada pretextual, sean códigos ideológico-políticos, sean códigos ideológicoestéticos. Cada libro es una experiencia lectora, cada libro es un texto que debe justificarse desde una armonizada unidad íntima, desde su código propio. Si no aprehendemos nuestro inmediato patrimonio y nuestro presente liberados de complejos de persecución o de inferioridad, seguiremos dando pie a ese vicio del escritor español de ir por la vida pidiendo perdón por haber nacido y al no menos siniestro vicio de nuestros críticos, incluso de los mejores, anclados en la sensación de que no les merecemos.

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