Tribuna:

Eso caso de duda

Raúl García de Loza es, además de mal árbitro, osado. En la línea emprendida hace tiempo por Guruceta y De Sosa, le gusta tomar decisiones valientes. Frente a los colegiados palomas, que procuran barrer para casa y salir adelante sin problemas, García de Loza se alinea entre los halcones, que hacen justo lo contrario: pitar lo difícil; a veces, incluso lo que no existe.Esta división entre halcones y palomas ha servido para amañar las competiciones y todos los aficionados sospechan que se dirigen las designaciones: a los grandes les deben arbitrar palomas en casa y h...

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Raúl García de Loza es, además de mal árbitro, osado. En la línea emprendida hace tiempo por Guruceta y De Sosa, le gusta tomar decisiones valientes. Frente a los colegiados palomas, que procuran barrer para casa y salir adelante sin problemas, García de Loza se alinea entre los halcones, que hacen justo lo contrario: pitar lo difícil; a veces, incluso lo que no existe.Esta división entre halcones y palomas ha servido para amañar las competiciones y todos los aficionados sospechan que se dirigen las designaciones: a los grandes les deben arbitrar palomas en casa y halcones fuera y a los modestos al revés. Así, los grandes están contentos, que es lo que importa, y los modestos.... que se fastidien. Y, así, los halcones, que aparecen en nuestro fútbol como redentores del mismo, quedan también absorbidos por el sistema.

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El arbitraje de García de Loza en Sevilla, minuciosamente pasado por la moviola, estuvo marcado por cuatro momentos que irritaron al público. Fueron cuatro jugadas difíciles, sin duda, de apreciar en directo y eso hay que reconocerlo.

Vista la moviola, está claro que hay que exonerar a Chendo de la sospecha de haber incurrido en penalti, pero en las otras tres es difícil encontrar un margen razonable para la duda. Gordillo empuja a Zambrano. En el gol de Ruda hay que tener fe para ver falta previa de Francisco a Gordillo en un salto de cabeza en el que cuatro jugadores hacen una piña. Y en el de Sanabria, aunque cabe admitir que, según el juicio del árbitro, el atacante se haya favorecido de la posición adelantada anterior para entrar en juego en la zona que más le convenía, resulta inequívoco que, cuando le enviaron el balón, ya estaba bien situado. Pero, por muchos matices que se les quieran ver a estas jugadas, se alza una verdad: en caso de duda, siempre para el de fuera, siempre para el grande. Y así se desequilibran los partidos y las competiciones. Y así medran los halcones.

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