Tribuna:

Plumero

Fascinada estoy del revuelo que se ha organizado en torno a Falla. Hete aquí que un buen día a Umbral se le ocurre decir que Falla era homosexual, y con ello abre el cofre de las reacciones viscerales, de la defensa a ultranza del ser macho, de la indignación apocalíptica. Muy interesante.Hoy en día sólo los muy burros se atreven a decir abiertamente que los homosexuales son un asco. Afortunadamente, ya no se estila embrear a las locas o perseguirles a cantazo limpio por las calles: somos una sociedad de posmodernos. Eso sí, basta con rascar un poco la apariencia para que surja el energúmeno i...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Fascinada estoy del revuelo que se ha organizado en torno a Falla. Hete aquí que un buen día a Umbral se le ocurre decir que Falla era homosexual, y con ello abre el cofre de las reacciones viscerales, de la defensa a ultranza del ser macho, de la indignación apocalíptica. Muy interesante.Hoy en día sólo los muy burros se atreven a decir abiertamente que los homosexuales son un asco. Afortunadamente, ya no se estila embrear a las locas o perseguirles a cantazo limpio por las calles: somos una sociedad de posmodernos. Eso sí, basta con rascar un poco la apariencia para que surja el energúmeno interior, el inquisidor que nos habita.

Los defensores de Falla se han apresurado a poner las cosas en su sitio: hablan de desviación sexual, de depravación, de estigma. Dudo que su dignísima indignación fuera mayor si Umbral hubiera dicho que Falla asesinaba bebés a martillazos, pongo por caso. Lo que más me obnubila y regocija son las razones que ofrecen: Falla no podía ser afeminado porque era varón muy religioso y de hondos valores morales. No sabía yo que uno de los ingredientes de la santidad consistía impepinablemente en ser muy macho. Por lo que se ve, los homosexuales no sólo son todos perversamente inmorales, sino que, además, no pueden ni tan siquiera ser creyentes.

Yo no sé si a Falla le gustaban las mujeres o los hombres, y el asunto, además, me importa un bledo. Otra cosa es que ya va siendo hora de dejar de etiquetar a las personas por sus apetencias en la cama. Pero lo que me espeluzna de todo esto es comprobar que los Torquemadas proliferan. Ahí está el tan sobado, SIDA, convertido en azote de Dios contra los gays, aunque a mí el Rock Hudson otrora blando y rosa nunca me pareció más admirable y más hombre que cuando se confesó como marica.

En fin, que por doquier hay síntomas de que los bárbaros avanzan. Vienen disfrazados de liberales, de permisivos, de modernos, pero basta con hurgar un poco para que a estos bárbaros a los que tanto encocora tener pluma se les vea ostensiblemente el plumero.

Archivado En