Tribuna:

Gatos

Resulta enternecedor el entusiasmo con que Felipe González ha acogido esa perla de la sabiduría oriental, ese extracto de lucidez milenaria que el mandamás Deng Xiaoping le soltó en el transcurso del encuentro oficial. Me refiero al proverbio "gato blanco o gato negro, da igual: lo importante es que cace ratones", frase que nuestro presidente no hace más que repetir con el mayor deleite.Sí, ya sé que de primeras el refrán parece un tanto insustancial y mentecato, pero no se dejen engañar por lo aparente: a fin de cuentas es un proverbio chino, y los chinos son exorbitantemente listos y profund...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Resulta enternecedor el entusiasmo con que Felipe González ha acogido esa perla de la sabiduría oriental, ese extracto de lucidez milenaria que el mandamás Deng Xiaoping le soltó en el transcurso del encuentro oficial. Me refiero al proverbio "gato blanco o gato negro, da igual: lo importante es que cace ratones", frase que nuestro presidente no hace más que repetir con el mayor deleite.Sí, ya sé que de primeras el refrán parece un tanto insustancial y mentecato, pero no se dejen engañar por lo aparente: a fin de cuentas es un proverbio chino, y los chinos son exorbitantemente listos y profundos. No es de extrañar que González ande galvanizado y hecho unas pascuas: Deng Xiaoping, como representante de un saber ancestral y primigenio, acaba de ratificarle en sus creencias.

Porque González estaba últimamente intentando reinventar la gaseosa, o sea, el apoliticismo, el magma de la indefinición, la desmemoria. No más izquierdas ni derechas, no más definiciones anticuadas. El pasado no existe: hay que condenar lo que fuimos al olvido, para poder hacer y deshacer lo que somos según se den las conveniencias. ¿Las ideologías? Un sarampión infantil, una niñada. Ahora que somos adultos sabemos que los valores pueden ser más elásticos que un chicle y que hasta el oligarca más feroz tiene su corazoncito y es un encanto. Ni Azor ni Potemkin, ni blanco ni negro: la grisura. Lo importante es poner más clavos por minuto en una tabla, aunque no se sepa para qué diantres sirven los clavos. En fin, yo ya había oído todo esto hace un montón de años de labios de esos señores a los que entonces, en nuestro desconocimiento e ingenuidad, llamábamos groseramente las derechas. Lo que pasa es que los ex progres de este país somos tan brutos que hemos tardado bastante tiempo en reinventarlo.

Total, que González andaba con estas preocupaciones en el alma y lo de Xiaoping le ha dado en todo el bebe, es un refrán providencial, pintiparado. Recomendado por Occidente y bendecido por los proverbios orientales, me temo que tenemos gato berrendo para rato.

Archivado En