Alejandro Rodríguez Catalina

Uno de los dos sacerdotes españoles expulsados de Burundi denuncia la represión existente en este país africano

Alejandro Rodríguez Catalina, sacerdote español expulsado de Burundi (África central) por el Gobierno del dictador militar Jean Bagaza el pasado 9 de agosto, está dispuesto a volver a una misión del Tercer Mundo en cuanto se presente la ocasión. Apenas dos semanas después de verse obligado a abandonar la nación, acusado de indeseable, Alejandro Rodríguez critica con dureza las actuaciones del régimen político de Burundi, un país cuya extensión es similar a la de Galicia y que cuenta con una población aproximada de cuatro millones y medio de habitantes, de los que el 65% son católicos.

C...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Alejandro Rodríguez Catalina, sacerdote español expulsado de Burundi (África central) por el Gobierno del dictador militar Jean Bagaza el pasado 9 de agosto, está dispuesto a volver a una misión del Tercer Mundo en cuanto se presente la ocasión. Apenas dos semanas después de verse obligado a abandonar la nación, acusado de indeseable, Alejandro Rodríguez critica con dureza las actuaciones del régimen político de Burundi, un país cuya extensión es similar a la de Galicia y que cuenta con una población aproximada de cuatro millones y medio de habitantes, de los que el 65% son católicos.

Cuando estudiaba en el seminario de Oviedo, Alejandro Rodríguez, un burgalés de 34 años. afincado en Asturias desde la infancia, ya soñaba con ir a las misiones. "No fue una decisión repentina, sino muy meditada", comentaba ayer en la capital asturiana.Después de algunos intentos, logró su objetivo a principios de 1983, cuando fue destinado a la misión de Ntita, una zona de 27.000 habitantes en la región de Gitega. La archidiócesis de Oviedo puso en marcha esta parroquia hace 15 años. Tras la expulsión de Alejandro Rodríguez y de José Manuel Álvarez -otro sacerdote asturiano repatriado junto a él-, Ntita ha quedado atendida sólo por catequistas nativos y algunos seglares, entre ellos un médico de Gijón que regresará pronto a España.

En la carta de expulsión el Gobierno de Burundi acusaba a estos dos sacerdotes españoles de entorpecer la actividad laboral del país por oficiar misas a las seis de la mañana. También les culpaba de atentar contra la seguridad interior del país, uno de los más, pobres del Átrica central. "Fue sólo un pretexto. Lo que ocurre es que Bagaza ya anunció hace dos años que la Iglesia tenía un poder excesivo en Burundi y que estaba dispuesto a reducirlo. No explicó qué tipo de poder, pero lo cierto es que la persecución contra la Iglesia, y no sólo contra la católica, ha ido en aumento desde su llegada al Gobierno".

Paradójicamente, no siempre fue así, pues en 1976, el mismo año en que derrocó a su predecesor, el coronel Jean Bagaza dejó un testimonio escrito en Ntita. En este texto, redactado en francés, el dictador elogiaba el papel de la misión y la ponía como ejemplo de cooperación internacional. Sin embargo, las dificultades llegaron en seguida, y "en los últimos años se han generalizado los encarcelamientos". La situación roza en ocasiones el esperpento, según Alejandro Rodríguez: "En su afán persecutorio han llegado hasta meter en la cárcel una simple cruz". No obstante, otros trece sacerdotes católicos detenidos este mes en la capital de Burundi, fueron puestos ayer en libertad.

Todos los miembros de la jerarquía católica de Burundi son nativos. "Hasta hace poco mantenían una postura tal vez excesivamente conciliadora, más que nada por temor, pues a todos los naturales del país la guerra civil de 1972 les supone un recuerdo terrible". Pero algunos obispos han tomado ya una actitud más decidida. Así, el de Gitega dejó decidir a cada sacerdote la celebración prohibida de las seis de la mañana. Quienes se atreven a desafiar a la autoridad militar, como José Manuel Álvarez y Alejandro Rodríguez, suelen acabar con el visado en la mano: el Gobierno les dio un plazo de 12 horas para abandonar el país.

Ahora pasará una temporada atendiendo parroquias rurales en el municipio asturiano de Teverga y después confía en el regreso.

Archivado En