Tribuna:

OK

Patético final el de la tragicomedia reaganiana. Los urdidores del argumento y los inventores del personaje están dispuestos a que prosiga la serie hasta el final y obligan al actor a que ponga a cualquier cáncer buena cara. Al presidente Reagan parece como si le sentara bien ser tiroteado o tener cáncer intestinal o que le hagan una biopsia de nariz por si aparece un mal malo de piel. Inasequible al desaliento, el presidente se pone los tejanos sobre las cicatrices y los puntos de sutura, estimula el estirado de piel para conseguir una sonrisa y traza con dos dedos el círculo triunfal ...

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Patético final el de la tragicomedia reaganiana. Los urdidores del argumento y los inventores del personaje están dispuestos a que prosiga la serie hasta el final y obligan al actor a que ponga a cualquier cáncer buena cara. Al presidente Reagan parece como si le sentara bien ser tiroteado o tener cáncer intestinal o que le hagan una biopsia de nariz por si aparece un mal malo de piel. Inasequible al desaliento, el presidente se pone los tejanos sobre las cicatrices y los puntos de sutura, estimula el estirado de piel para conseguir una sonrisa y traza con dos dedos el círculo triunfal del OK. Y a su lado, Nancy, con ese aspecto de fugitiva de una noche loca con Gene Kelly cantando bajo la lluvia, bada siempre el claqué de los poscancerosos o los precancerosos. Está interpretando su penúltimo papel. El de la antiviuda. ¿Qué se persigue con este juego de títeres? Compensar el miedo social al vacío de poder o a la simple decrepitud del poder. La intención no queda demasiado lejos de la del apparatchik soviético cuando oculta los cadáveres de sus dirigentes hasta que rozan el faisandé. El poder sigue siendo algo telúrico y pararreligioso, necesita ciertos rasgos sobrenaturales en su escenografía, y al presidente Reagan le ha tocado el papel de no poder envejecer aunque reviente. Me decía un especialista en estética que el teñido de los cabellos de Reagan es excesivo: "Deberían dejarle algunas canas, aunque fueran pocas. Pero ese cabello que le pintan parece de muñeco de Disneylandia".Si el presidente Reagan muriera, y no estoy formulando ni un deseo ni una sospecha, sino simplemente una hipótesis, crearía un serio compromiso a sus maquilladores y remendadores. ¿Cómo es posible pasar de esa sonrisa de extrema salud crispada a una mueca fúnebre digna? Es cierto que en Estados Unidos el arte de embalsamar tiene un excelente tecnicolor, y nadie se extrañaría si Reagan apareciera de cuerpo presente guiñando un ojo sonriendo al borde del estallido de las junturas de su cuerpo y dos dedos en círculo remachando el OK. ¿Los hacedores del poder nos toman por imbéciles? ¿No será más cierto que somos patéticamente imbéciles y que todo imperio tiene el emperador que se merece?

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