Cartas al director

El remedio de la locura

La muerte de tres familiares a manos de un oligofrénico es, según EL PAIS, "la muestra aguda de una carencia que sobrepasa la de los medios materiales y entra en el terreno de una filosofia social confusa". He aquí una frase que podría figurar en una antología con la que evidenciar parte de los secretos de estilo y de ideología del primer periódico de la España europeizada. Una muestra de filosofía social confusa es, según parece, para EL PAIS, en el caso que nos ocupa (editorial del sábado 29 de junio), no decidirse por la construcción de centros en los que aplicar la terapia adecuada a los e...

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La muerte de tres familiares a manos de un oligofrénico es, según EL PAIS, "la muestra aguda de una carencia que sobrepasa la de los medios materiales y entra en el terreno de una filosofia social confusa". He aquí una frase que podría figurar en una antología con la que evidenciar parte de los secretos de estilo y de ideología del primer periódico de la España europeizada. Una muestra de filosofía social confusa es, según parece, para EL PAIS, en el caso que nos ocupa (editorial del sábado 29 de junio), no decidirse por la construcción de centros en los que aplicar la terapia adecuada a los enfermos mentales en estricto régimen de internamiento. O, lo que es lo mismo, que con una filosofía social más clara se habrían evitado tres muertes. Lo que no parece entrar dentro de la filosofía social del editorialista es cómo podrían evitarse muchas enfermedades mentales. EL PAIS profesa la pragmática, y al parecer nada confusa filosofía social, que aconseja combatir los síntomas antes que las causas, luchar contra la fiebre administrando antipiréticos. Contra terrorismo e inseguridad ciudadana, más policías, más control, más jueces, más cárceles. Contra fugas de gases tóxicos o de radiactividad, o contra incendios de grandes depósitos de combustibles, el remedio estaría en extremar las precauciones y, en todo caso, en contar con los más avanzados medios de protección civil. Contra accidentes de transporte aéreo, radar de superficie y personal altamente especializado con remuneraciones adecuadas, sin descartar la dimisión de la cadena de responsables políticos, que eso siempre queda democrático y ejemplar.La filosofía social que incuba EL PAIS, desde la que diariamente alecciona a sus sufridos pero contentos lectores -so pretexto de hacer algo tan aparentemente inocuo como construir opinión, una función que toda sociedad moderna que se precie debe cuidar-, es una filosofía social altamente coherente, nacional, lógica. En suma, no confusa. Es la filosofía social que defiende los intereses de las grandes empresas económicas. Recuérdese el editorial en defensa de la libertad de comercios, por ejemplo. Es, por consiguiente, la estrategia de quienes propician el crecimiento económico a ultranza, un crecimiento al que se aspira, obviamente, por los beneficios que reporta a quienes lo fomentan, aunque sólo se declara que su necesidad se basa en las ventajas que reportará a los menesterosos, unas ventajas que son eliminadas por los inmensos inconvenientes que las supuestas ventajas traen consigo.

Hace poco EL PAIS hizo un auténtico alarde publicando seis cartas al director llenas de fuertes críticas al periódico (26 de junio). Es evidente que otros periódicos no se atreven a hacer algo similar. No obstante, también hay que reconocer que esta actitud ha contribuido a hacer de EL PAIS un periódico prestigioso y razonablemente bien hecho. La autocrítica, vende; la liberalidad, también. Pero todo tiene, naturalmente, un limite: aquel cuyo incumplimiento podría situarle en el terreno de la defensa de unos principios y de unos objetivos que no son los propios.

EL PAIS, que se parece más de lo que su dirección quisiera a la Iglesia romana, imparte urbi et orbi patentes de claridad y de coherencia. Ésta es la razón por la que

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nunca se atreverá, a pesar de su masoquismo controlado, a publicar cartas como ésta.- .

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