Editorial:

Elecciones diferentes en Hungría

EL ESQUEMA típico de las elecciones tal como se celebran en la URS S, y en varios países de Europa oriental, con un candidato único por circunscripción, elegido por el 99,9% de los votantes, se ha quebrado en las elecciones parlamentarias y municipales que han tenido lugar en Hungría el domingo pasado. En virtud de algunas modificaciones introducidas en la ley electoral, dos candidatos como mínimo debían figurar para cada uno de los cargos a cubrir. Aunque todos tenían que aceptar el programa del llamado Frente Patriótico Popular (instrumento del Partido Comunista) la pluralidad de candidatos ...

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EL ESQUEMA típico de las elecciones tal como se celebran en la URS S, y en varios países de Europa oriental, con un candidato único por circunscripción, elegido por el 99,9% de los votantes, se ha quebrado en las elecciones parlamentarias y municipales que han tenido lugar en Hungría el domingo pasado. En virtud de algunas modificaciones introducidas en la ley electoral, dos candidatos como mínimo debían figurar para cada uno de los cargos a cubrir. Aunque todos tenían que aceptar el programa del llamado Frente Patriótico Popular (instrumento del Partido Comunista) la pluralidad de candidatos introducía cierta flexibilidad. Por otra parte, existía una posibilidad de que personas independientes se presentasen; para ello, debían obtener el tercio de los votos en asambleas populares de designación de candidatos. Era una posibilidad muy remota; sin embargo, en dos casos, en Budapest, personalidades conocidas por su oposición radical al régimen, Lazlo Rajk y Miklos Tamas, hicieron el intento. Hablaron en público defendiendo sus ideas. El primero es el hijo de una de las figuras históricas del comunismo húngaro, combatiente en las Brigadas Internacionales en España y víctima en los años cincuenta de los procesos estalinianos. El segundo, Tamas, se enfrentó en un debate agitado con el candidato oficial, que era, además, el ministro de Asuntos Exteriores, Peter Varkonyi. Ni Rajk ni Tamas pudieron, en fin de cuentas, presentar su candidatura; el Gobierno tomó medidas para evitarlo, lo cual demuestra a todas luces que el techo de la reforma electoral es bastante bajo; pero hay que reconocer que hechos de este género serían inimaginables en otros países del Este europeo, y no digamos en la URSS; reflejan, pues, un clima diferente.Los resultados de las elecciones confirman que numerosos electores han utilizado los mecanismos, que el sistema les permitía para expresar su disidencia respecto al régimen. Un tercio de los candidatos que se han presentado como independientes han sido elegidos en la primera vuelta, es decir, con la mayoría absoluta; más sintomático aún es que algunas personalidades del régimen, conocidas por sus actitudes dogmáticas, contrarias a las reformas, como el antiguo primer ministro Fock, han sido derrotados y se han quedado sin escaño. Por otra parte, los grupos más activos de la oposición habían llamado a la abstención, sobre todo una vez que el Gobierno hizo fracasar el intento de Rajk y Tamas de ser candidatos; ello destaca la importancia de que el número de abstencionistas se, haya doblado en relación con las elecciones anteriores, en 1980, pasando de un 3% a un 6% de los votantes.

Sería absurdo exagerar el significado de estos hechos; el Parlamento seguirá desempeñando un papel muy es caso en la vida política; su elección se ha hecho por procedimientos no democráticos, que aseguran, en una pro porción altísima, diputados disciplinados. Pero hace falta ,valorar a la vez un rasgo esencial, que rompe el modelo soviético clásico: en Hungría existe una oposición, o un género de disidencia que no está en las cárceles, y que logra, a pesar de una persecución aún severa, manifestar su presencia y hacer signos públicos de su vitalidad. Es probable que los propios dirigentes del Partido Comunista estén interesados en que exista esa zona de oposición más o menos tolerada, que ayuda a mantener cierta esperanza en sectores de la población, sobre todo de la juventud, de una evolución posible del régimen hacia formas de democracia más efectiva; a la vez, puede ser usado de coartada como muestra de los progresos democráticos en el país.

En cualquier caso, para superar una visión simplista de los países del bloque soviético como un todo uniforme, los casos de Polonia y de Hungría merecen reflexión. Las características de lo que ocurre en estos dos países son muy diferentes; pero ambos contribuyen a demostrar que el proyecto de la dirección soviética de imponer un modelo único a todos los países del Pacto de Varsovia choca con dificultades insuperables. La diferencia principal consiste en que, en Polonia, es la presión del pueblo, de la calle, de un movimiento de masas gigantesco como fue Solidaridad, la que ha impuesto los cambios. En Hungría el proceso ha sido diferente: se observa una tendencia reformista en la misma dirección, que se esfuerza por entreabrir algunas puertas. Puede ser simplemente un simulacro, pero puede ser también un síntoma.

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