Tribuna:

Borofsky

Cuando Jonathan Borofsky comenzó su carrera de pintor, se propuso acabar de una vez con la moda del conceptualismo. Bien es cierto que no sabía de qué modo había que actuar para conseguir ese propósito, pero movido por una fe ciega en sí mismo no hacía otra cosa que dar crédito a su mente. Fue así como una tarde comenzó a escribir -paradójicamente- números en un cuaderno, donde también hacía cuentas sobre sus gastos y apuntaba recetas de cocina. La serie de números, primero del 1 al 3, más tarde del 1 al 4 y después del 1 al 5, parecía presentarle dificultades grandes. A menudo se bloqueaba, c...

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Cuando Jonathan Borofsky comenzó su carrera de pintor, se propuso acabar de una vez con la moda del conceptualismo. Bien es cierto que no sabía de qué modo había que actuar para conseguir ese propósito, pero movido por una fe ciega en sí mismo no hacía otra cosa que dar crédito a su mente. Fue así como una tarde comenzó a escribir -paradójicamente- números en un cuaderno, donde también hacía cuentas sobre sus gastos y apuntaba recetas de cocina. La serie de números, primero del 1 al 3, más tarde del 1 al 4 y después del 1 al 5, parecía presentarle dificultades grandes. A menudo se bloqueaba, como si una oscuridad obstaculizara el fluir de esa corriente. ¿Abdicaría por tanto del intento? ¿Dejaría esa estúpida obsesión a un lado? No conocen ustedes a Jonathan Borofsky. La tenacidad era su regla y además no tenía mucho quehacer en ese tiempo.Finales de 1969. En principio era un día como cualquier otro, pero de pronto día Borofsky traspasó los convulsivos atascos y llenó hojas y hojas de números consecutivos. Actualmente, la obra formada por una pila de cuartillas de metro y medio se llama Contando desde 1 al infinito y se expone junto a 59 más en el Museo Whitney de Nueva York. La serie de los números ha llegado hasta el 2.927.515, pero su inspiración no está agotada. En el cartel con que se anuncia la exposición se escribe ya el 2.927.930, con lo que se deduce que ha seguido trabajando con éxito incluso durante el intervalo en que se montaba la muestra.

Bien, les parecerá a ustedes una tontería esta historia y, de paso, una superchería la producción de Borofsky. Puedo decir a cambio que nada resulta sin embargo tan envidiable como contemplar a un autor que ha podido convertir su obsesión en arte. Los 2.000 metros cuadrados de esta exhibición con sonido y vídeo, muñecos articulados, cuadros, luminotecnia y multitud de números son directamente la última biografía del autor. El público pasea atónito por ése espacio y escucha entre otros sonidos una melodía que tararea o silba incesantemente Borofsky. Esta es la melodía: "A mi manera". O bien: este es radicalmente el reto de un artista.

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