Crítica:VISTO / OíDO

Homenaje de la memoria

Vivir cada día lleva ya años dedicando su tiempo a revivir historias reales que traen un soplo de emoción o de ternura a ese mundo frío, mecanizado y ambiguo que es la televisión. Con resultados desiguales, sobre todo en esta última etapa, las historias individuales o colectivas que pasan por el programa televisivo aportan el calor de la vida cotidiana reconvertida en material dramático. A veces, dependiendo del pulso del realizador y de la calidad dramática de las propias historias, el resultado es singularmente impresionante.El programa del pasado lunes corresponde a esta categoría, m...

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Vivir cada día lleva ya años dedicando su tiempo a revivir historias reales que traen un soplo de emoción o de ternura a ese mundo frío, mecanizado y ambiguo que es la televisión. Con resultados desiguales, sobre todo en esta última etapa, las historias individuales o colectivas que pasan por el programa televisivo aportan el calor de la vida cotidiana reconvertida en material dramático. A veces, dependiendo del pulso del realizador y de la calidad dramática de las propias historias, el resultado es singularmente impresionante.El programa del pasado lunes corresponde a esta categoría, más por el contenido que por la realización, que resultó excesivamente académica y fría.

Siete españoles, que habían pasado por Mauthausen, el campo nazi de extermino, volvían, 30 años después, al escenario donde habían vivido una de las más dolorosas experiencias de la humanidad. Con el pelo cano, arrugas en la frente y una mirada triste y meditativa, observados por las cámaras, recorrieron de nuevo la geografía del dolor en la que habían quedado sepultados para siempre, junto a los cuerpos de los compañeros y camaradas muertos, los años más tristes de su vida, los que otros utilizamos para vivir la alegría del amor o la ensoñación de la esperanza en el mañana.

Las murallas del campo, que terminaron de construir esos mismos españoles, estaban vacías, como las calles, los barracones, los hornos, la enfermería en la que mataban por detrás, de un tiro en la nuca, a los presos mientras fingían medirlos o las fatídicas escaleras de piedra, también construidas en buena parte por prisioneros españoles.

Patetismo

Quizá sobraron en el programa las reconstrucciones dramatizadas, que resultaron empobrecedoras, demasiado evidentes, ante el patetismo de las escenas documentales que se incluían. Aunque imágenes como la del hijo que encuentra en el panteón de los muertos la foto de su padre, o la de Mariano Constante reviviendo su asistencia clandestina a una proyección para los oficiales del campo de la película Noche de Andalucía, de Imperio Argentina, resultaran estremecedoras en sí mismas.

Las lágrimas reales de Mariano Constante, uno de los ex deportados que más ha escrito sobre los campos, expresaban todo el dolor de una reconstrucción que necesariamente tenía que hacerles daño.

Dachau, Buchenwald, Mauthausen, Gussens, Auschwitz, Bergen-Belsen, Thelezin,- Aurigny, Oraniemburg o Ravensbruck son los nombres siniestros de un internamiento que padecieron cerca de 15.000 republicanos españoles, de los que apenas 2.000 consiguieron salir con vida.

Sólo en el campo de Mauthausen murieron 7.000 republicanos españoles, como testimonia una lápida conmemorativa que hoy en día figura en un grupo escultórico junto a los antiguos cuarteles de las SS.

El suyo es un drama inexplicablemente olvidado.

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