Editorial:

El pluralismo de los 'verdes'

SERIA ERRÓNEO considerar el congreso que el partido verde acaba de celebrar en Hamburgo como un torneo de dos fracciones opuestas entre las cuales un órgano soberano debía zanjar o blanco o negro, unos triunfan y otros salen derrotados. No ha ocurrido así, porque no era ése el problema que estaba planteado.El partido verde nace de una aglomeración de grupos diversos; desde su misma constitución, ha encerrado en su seno esa contradicción entre fundamentalistas y realistas, según los términos que se han puesto de moda durante el congreso de Hamburgo. Quizá no sería exagerado decir ...

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SERIA ERRÓNEO considerar el congreso que el partido verde acaba de celebrar en Hamburgo como un torneo de dos fracciones opuestas entre las cuales un órgano soberano debía zanjar o blanco o negro, unos triunfan y otros salen derrotados. No ha ocurrido así, porque no era ése el problema que estaba planteado.El partido verde nace de una aglomeración de grupos diversos; desde su misma constitución, ha encerrado en su seno esa contradicción entre fundamentalistas y realistas, según los términos que se han puesto de moda durante el congreso de Hamburgo. Quizá no sería exagerado decir que en la existencia de esa contradicción reside una fuente principal de su fuerza. Los verdes se constituyen como un movimiento -y luego como un partido político- en torno a tres problemas que consideran decisivos para la sociedad y abandonados por los partidos clásicos: la ecología, el pacifismo y la liberación de la mujer. Son portadores, en cierto sentido, de la herencia de 1968. Por eso mismo tienen un cuarto signo distintivo esencial: el rechazo de la política como tal, de los partidos tradicionales, del culto a las elecciones y al parlamentarismo propios de la democracia liberal. Quieren inventar una nueva forma, mucho más directa, espontánea, participativa, de hacer política. Cuando deciden participar en elecciones, municipios, cámaras de los Land y Parlamento federal, dejan claro que será solamente una parte secundaria de su actividad, cuyo eje deberá estar siempre centrado en las masas.

Esas posiciones de partida han sufrido cierto deterioro en función, por un lado, del desgaste de las manifestaciones de masas, y por otro, de los propios éxitos electorales de los verdes. Han desbancado a los liberales como tercer partido del país: obtienen aproximadamente el 10% de los votos. En algunos casos, sus diputados deciden la posibilidad de que existan Gobiernos regionales socialdemócratas. A la vez, en la oposición al Gobierno de Helmut Kohl crece la izquierda en el seno del SPD. En particular, en la oposición a las armas nucleares, en las manifestaciones pacifistas, los verdes coinciden con un sector sustancial de la socialdemocracia. Aparte de lo que ocurra en los planos municipal y regional, ya no es descabellado imaginar que en las elecciones de 1987 los verdes puedan convertirse en factor decisivo: posibilitar un Gobierno socialista o el mantenimiento de la derecha en el poder.

La contradicción que se ha manifestado en el congreso de Hamburgo es inherente a la naturaleza misma de los verdes, que son, a la vez, un movimiento y un partido político, un cuerpo con dos almas: una les empuja al rechazo radical, global, de la sociedad actual, a construir ideológicamente una contrasociedad utópica de personas Ubres y liberadas, un libertarismo de nuevo y original cuño; la otra les aconseja mejorar los aspectos más intolerables de lo actual, evitar los males mayores y, por tanto, buscar coincidencias para lograr cambios parciales en el camino de los objetivos últimos, y para ello, concretamente, eventuales cooperaciones con la socialdemocracia. Cambios parciales que en un momento dado pueden tener un alcance considerable. Si surgiese mañana la hipótesis de una modificación de la actitud oficial de la República Federal de Alemania sobre los misiles nucleares, ¿podrían los verdes permanecer al margen?

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El éxito electoral de los verdes ha acentuado en su seno las tendencias posibilistas o realistas. El congreso de Hamburgo ha reflejado esta realidad, independientemente de que algunos aspectos, menos decisivos, puedan dar una impresión diferente. La decisión de no zanjar la cuestión de una eventual alianza con el SPD en el plano del Estado, dejando que las organizaciones interesadas decidan sobre los niveles municipales o regionales, es a todas luces la más inteligente y la más política. El voto a los verdes tiene causas y orígenes particularmente diversificados, tanto a partir de actitudes de decepción y rechazo global, de la aspiración a una sociedad radicalmente diferente, como del deseo de presionar a la socialdemocracia desde la izquierda. Por eso, el congreso tenía que evitar la victoria de una u otra posición. Lo más oportuno ha sido que no ganaran ni fundamentalistas ni realistas y dejar abierto el debate en el seno del partido.

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