Cartas al director

Los platos rotos de CC OO

Algún crédulo lector habrá visto colmada su capacidad de asombro al contemplar las páginas 10. 11, 12 y 51 de este periódico el sábado día 20 de octubre.Un número extra casi dedicado para general abuso y desconcierto a una cuestión que apenas rebasa el interés de la pura anécdota: la úlcera de estómago colectiva que padece el sindicato comunista, sus líderes intocables y sus bases domesticadas: la histeria colectiva provocada por su automarginación del AES.

Aunque parezca extraño, a CC OO le cuesta mayor sacrificio acomodarse a la pacífica -y también crítica- convivencia democrática que...

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Algún crédulo lector habrá visto colmada su capacidad de asombro al contemplar las páginas 10. 11, 12 y 51 de este periódico el sábado día 20 de octubre.Un número extra casi dedicado para general abuso y desconcierto a una cuestión que apenas rebasa el interés de la pura anécdota: la úlcera de estómago colectiva que padece el sindicato comunista, sus líderes intocables y sus bases domesticadas: la histeria colectiva provocada por su automarginación del AES.

Aunque parezca extraño, a CC OO le cuesta mayor sacrificio acomodarse a la pacífica -y también crítica- convivencia democrática que enfrentarse a la áspera -y a veces heroica- resistencia clandestina contra la dictadura. Antes todo era más fácil para CC 00 y el PCE: oponerse por sistema, decir que no, lanzar gritos y consignas al aire y al balcón, coger un megáfono y reproducir a las puertas de una fábrica el disco rayado aprendido resultaba una tarea al alcance de la mano de cualquier aprendiz de brujo sindicalista. Otra cosa, y muy distinta, es, superado el trauma de la eclosión libertaria, de la verborrea y el infantilismo revolucionario, sentarse a una mesa, enfundarse la demagogía y aportar soluciones y alternativas.

Antes, la cosa era más emotiva, un fuego fatuo de alegre galería, una fiesta en la Casa de Campo o en las calles de la ciudad: pancartas, música y pegatinas. Ahora las cosas se vuelven grises y cansinas: negociaciones a puerta cerrada, el empresario frente a frente y no detrás de la verja, un Gobierno socialista como testigo, números, carpetas y la urgencia del acuerdo... A CC OO, a los comunistas españoles, les cuesta sudor y lágrimas resistir la presión de una sociedad democrática, porque lo de ellos no es esto.

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Las democracias occidentales, las socialdemocracias vecinas y los regímenes pluralistas que nos rodean fundan la supervivencia del sistema en el pacto social, en el pacto o acuerdo negociado entre las partes. Un pacto social es la muerte para CC OO o el PCE. Que se lo pregunten, sin ir más lejos, a los comunsitas (si queda alguno) de Suecia, Austria o la República Federal de Alemania.

Volviendo al insólito EL PAÍS del día 20, CC OO y los comunistas en general son maestros en el complicado arte de la coreografía política y el montaje escénico. Las páginas 11 y 12 lo prueban con exceso: un rosario de ridículas adhesiones y mil lagrimones de cocodrilo, para lavar la fachada de un sindicalto deteriorado. ¡Magníficos comediantes! Nada nuevo para quien los conozca de cerca y en el tajo.

Podría ilustrar esta afirmación con infinidad de experiencias vividas en largos años de coexistencia inevitable. Escojo una: en Citroën Hispania de Vigo se ha puesto en marcha un plan de bajas voluntarias (incentivadas mediante una sustanciosa cantidad de dinero), cuya finalidad era reducir la plantilla a límites razonables y siguiendo un procedimiento no violento. Pues bien: desde el primer momento, CC OO, como no podía ser menos, se opuso frontal, y agresivamente al mencionado plan.

La negativa de CC OO, como es habitual en estos casos, se tradujo en toda suerte de amenazas y vejaciones para quienes con buen juicio dieron su consentimiento (para UGT particularmente).

Escuchen y lean lo que sigue: ¿Quieren ustedes creer que pasados dos años no queda en Citroën de Vigo ni un solo líder histórico de CC OO que no se haya beneficiado del plan de bajas incentivadas? (Y aclaro: todos, buenos mozos y en plenitud de facultades psíquicas y orgánicas.)

Ciudadano Marcelino Camacho: tranquiliza el alterado ánimo. No hay, me parece, ninguna pérfida maniobra hacia tu persona ni otra víctima que los propios trabajadores. Ocurre simplemente que las cosas caen por su peso: el peso de la incoherencia se paga, y los platos rotos habréis de pagarlos dentro de CC OO sin traspasar al resto de la sociedad (que os ignora) las consecuencias del fuera de juego de un sindicato comunista que por su conducta se mantiene al margen del proyecto de modernización que España necesita con urgencia.-

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