Editorial:

El extraño viaje de Comisiones Obreras

LOS PARTIDOS POLÍTICOS y sindicatos españoles, todavía en fase de consolidación, hacen constante alarde del pluralismo sobre el que se basan y del debate interno que los enriquece. Esta característica se ve lamentablemente contrarrestada -o desmentida- con el repliegue sobre sí mismos que se produce cada vez que las disensiones o discrepancias traspasan los límites de la organización y llegan a la opinión pública.Las noticias sobre el movimiento de contestación a la línea política del actual secretario general de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, han producido en el aparato de esa central...

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LOS PARTIDOS POLÍTICOS y sindicatos españoles, todavía en fase de consolidación, hacen constante alarde del pluralismo sobre el que se basan y del debate interno que los enriquece. Esta característica se ve lamentablemente contrarrestada -o desmentida- con el repliegue sobre sí mismos que se produce cada vez que las disensiones o discrepancias traspasan los límites de la organización y llegan a la opinión pública.Las noticias sobre el movimiento de contestación a la línea política del actual secretario general de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, han producido en el aparato de esa central sindical una reacción que sería cómica si no fuera también triste: parece el fruto de viejos reflejos históricos que confunden lo personal con lo político y se traduce en un cierre de filas que niega la reflexión crítica para doblegarse ante las exigencias del poder.

Los méritos de viejo luchador y líder obrero y el carisma que rodea la personalidad de Camacho hacen más difícil para los propios miembros del sindicato no ya la aceptación pública de cualquier crítica, sino el propio hecho de enfrentarse con serenidad a la elaboración de una estrategia sindical adecuada a las actuales circunstancias del país. Comisiones Obreras contempla en su seno problemas de identidad que se han agravado desde el triunfo electoral del partido socialista. El debate ideológico, herencia en gran medida de la crisis sufrida por el partido comunista, se centra en cómo hacer comprender a sus afiliados y al conjunto de los trabajadores la necesidad de una táctica de contestación contra un Gobierno que es de izquierdas y, paralelamente, justificar la adopción de un nuevo modelo sindical.

La polémica sobre qué hacer -tradicional y consustancial a la historia del movimiento obrero- se planteó en el III Congreso Confederal de CC OO, celebrado el pasado mes de junio. Si bien las tesis triunfantes -con el apoyo decisivo de Camacho- fueron claramente favorables a la política de acuerdos sociales, el comportamiento posterior de la ejecutiva ha demostrado la dificultad de llevar a cabo esas decisiones contra la opinión contraria de quienes perdieron el congreso, entre ellos muchos de los dirigentes históricos.

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En el congreso se votó mayoritariamente a favor de una política de pactos, incluso asegurando que "ningún argumento, incluido el incumplimiento de una parte de lo acordado por el Gobierno y la patronal, puede justificar el rechazo a la negociación". Se afirmaba también que ` situarnos en la lógica de que como no puede haber acuerdos no los planteamos sería colocarnos a la defensiva y renunciar a la necesidad de contribuir a la realización de una alternativa a la política económica del Gobierno". El rechazo frontal de Comisiones al Acuerdo Económico y Social (AES), responsabilidad que corresponde en gran medida a Camacho, contradice en buena parte las citadas resoluciones. O sea que, como en un mal viaje, los vencedores del congreso han resultado derrotados a la hora de poner en práctica la política aprobada.

Esencialmente son dos los factores que han contribuido a esta situación. Por un lado, la falta de un debate interno que hubiera consolidado los acuerdos del congreso junto a los reflejos históricos de una organización caracterizada por la decisiva influencia del poder carismático de sus dirigentes. Por otro, la actitud displicente del Gobierno, apenas interesado en llegar a acuerdos con,CC OO -lo que a la larga beneficia a UGT-. Es significativo que el presidente González se reuniera sucesivamente con UGT y CEOE, hasta tres; veces, sin que los dirigentes de Comisiones fueran citados a mantener contactos.

En este contexto, CC OO necesita una redefinición de su política. Si se vio abocada a rechazar un acuerdo en el que no encontraba ninguna satisfacción a sus planteamientos, la táctica de la contestación permanente puede no resultar interesante en unas circunstancias en las que los pactos generan un gran espacio de gestión y consolidación para los propios sindicatos. Experimentos anteriores en los que Comisiones se quedó fuera de pactos similares han demostrado que este aislamiento, tras su fachada de radicalismo, escondía una actitud beneficiosa para los propósitos de UGT y perjudicial para la propia estabilidad del sindicato comunista. Durante la transición, éste ha visto desaparecer su liderazgo indiscutible en los últimos años del franquismo y muchos piensan que no es ajeno a ello su reiterada política de no estar en algunos acuerdos marcos sociales.

Quienes desde el interior de CC OO se plantean la necesidad de un debate sobre su futuro, no piden expresamente la dimisión del actual secretario general -al que algunos quisieran ver cubierto de honores, pero huérfano de poder-, pero exigen el desarrollo y la puesta en práctica de las tesis aprobadas en el congreso. También pretenden sacar a la organización de unos, esquemas reívindicativos que les parecen desfasados con la realidad actual. Saben, por lo demás, que cualquier iniciativa tendente a mermar el poder de Camacho puede ser utilizada -y de hecho lo está siendo- para agitar el rechazo emocional de las bases, dado el prestigio indiscutible y merecido del actual secretario general. Por eso piensan que bastaría con que Camacho asumiera un papel moderador, alejado del fragor de la actividad propiamente sindical, y dejara en manos de los órganos de dirección el protagonismo y la responsabilidad.

En contra de estos proyectos se encuentran los líderes que tienten como principal bagaje la experiencia de la lucha en las condiciones difíciles de la dictadura y añoran la claridad con que en el pasado se identificaba al enemigo. Pero otros cuadros del sindicato analizan los beneficios derivados de la participación en acuerdos de amplio contenido, porque, independientemente de las deficiencias del pacto, pemiten una presencia constante y activa en la vida económica y social. Tratan así de buscar alternativas distintas a una progresiva radicalización de Comisiones Obreras, desvinculadas por completo del AES y marginadas de su desarrollo. Por citar dos ejemplos significativos, de seguirse al pie de la letra el contenido del AES, el sindicato comunista no podrá participar en la reforma de la Seguridad Social ni en la adecuación de la normativa laboral a la de los países de la CEE.-

La reacción del aparato de CC OO pretendiendo centrar la polémica en la publicación de la noticia de los deseas o intentos de relevar a Camacho antes que en el contenido del problema, habla por sí sola de la esclerosis que el propio aparato experimenta. Los telegramas que hoy publica EL PAIS, en su identidad prosódica, ortográfica y sintáctica, demuestran la capacidad de consigna y disciplina que ese aparato todavía mantiene. Pero dudamos de que eso estimule a afiliarse a CC OO. Porque sólo nos hablan de la vieja tentación de matar al mensajero, pero no de los problemas reales que Comisiones Obreras, y sus representados, tienen.

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