Crítica:

Vuelve 'Retorno a Brideshead'

Muchas personas coinciden en que Retorno a Brideshead, que pasó por el segundo canal y se repone a partir de hoy en el primero, es la mejor serie que se ha visto en toda la historia de la televisión española. Quizá no tenga las virtudes mayoritarias de las americanas, del grupo de Dallas, pero nadie puede ser insensible a la belleza, la profundidad, la serenidad de esta obra maestra. La gran literatura de lengua inglesa la han producido los grupos marginados: católicos, irlandeses, homosexuales... Parece una respuesta al poder absoluto de una clase dominante muy dura, muy creado...

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Muchas personas coinciden en que Retorno a Brideshead, que pasó por el segundo canal y se repone a partir de hoy en el primero, es la mejor serie que se ha visto en toda la historia de la televisión española. Quizá no tenga las virtudes mayoritarias de las americanas, del grupo de Dallas, pero nadie puede ser insensible a la belleza, la profundidad, la serenidad de esta obra maestra. La gran literatura de lengua inglesa la han producido los grupos marginados: católicos, irlandeses, homosexuales... Parece una respuesta al poder absoluto de una clase dominante muy dura, muy creadora de imperio militar y comercial. Hoy mismo el catolicismo pudoroso y profundo, misterioso y trémulo -con unas características naturalmente distintas a las de los países de catolicismo triunfante, como España-, produce escritores como William Golding o Anthony Burgess, sigue presente en el anciano Graham Greene. Evelyn Waugh, autor de la novela que crea esta serie, participó de un par de estas marginaciones -no era irlandés, sino londinense- y, desde ellas, vio la gran sociedad de su tiempo, que fue muy largo (1903-1966): desde la apoteosis a la caída del imperio, la disolución de las grandes clases sociales, las dos grandes guerras, la pérdida de las maneras al mismo tiempo que de las morales... A veces fue ácido en sus novelas descriptivas:, sardónico, irónico. Sobre todo, en su juventud. En Retorno a Brideshead es, sobre todo, nostálgico y doloroso. Ama a sus personajes: no desprecia, no abandona a ninguno.

Las 11 horas de la serie de televisión, con un guión, de John Mortimer y la dirección de Charles Sturridge y Michael Lindsay-Hogg, tienen un valor por sí mismas: la profundidad misteriosa de la novela aparece continuamente en el cuarteto de interpretación- ambientación-diálogo-fotografía. Se han contado algunas anécdotas acerca de la importancia que se ha dado en esta serie a los objetos que forman parte del ambiente, a su busca cuidadosa por los almacenes de anticuarios y a algunas sumas fabulosas pagadas por ellos: probablemente son elementos superficiales, como el lujo de los artistas invitados (aunque será difícil olvidar las apariciones de sir John Gielgud), en relación con el talento realmente invertido en el conjunto expresivo de los diálogos y la interpretación, sobrios aquéllos y suntuosa ésta, en una relación continua.

Retorno a Brideshead cuenta un trozo de la historia británica reciente a través de unos personajes conmovedores; entra también, y hay que repetir que pudorosamente, en el tema del catolicismo y en el de la homosexualidad -sin escándalo: no lo hay nunca cuando la sinceridad está bañada en dolor humano-, pero, por encima de todo, nos alcanza a todos, nos mete dentro del fragmento de vida por la que está atravesando nuestra sociedad. El laconismo pensante, reflexivo, del personaje central -interpretado por Jeremy Irons-, la caída incesante de su interlocutor -Anthony Andrews- nos están recordando continuamente la condición humana.

Retorno a Brideshead comienza a a emitirse de nuevo hoy a las 22.00 horas por la segunda cadena.

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